Y sin saberlo, todo era tan efímero.
Nos creíamos dueños de nuestro presente, sin importar nada; creíamos que todo lo teníamos bajo control.
Nuestras primeras miradas, el escalofrío que recorría mi piel al rozar la tuya, esos besos furtivos en rincones secretos, que poco a poco fueron haciéndose visibles, gritando nuestro amor a los cuatro vientos.
Quizás todo hubiera sido diferente.
Quizás, si no nos hubiéramos creído dueños de todo, hubiéramos sabido mantener esa conexión que nos hacía especiales.
Pero llegó un día, no sé cuál de todos. Ni tú tampoco.
Ese en el que te das cuenta de que nada es lo que era, de que todo lo que habías sentido se desvaneció. Que lo que creías especial resultó ser solo una ilusión, un espejismo.
Quisiera saber qué fue lo que pasó.
¿Qué palabras o silencios, hicieron que todo cambiara?
Que pasara de sonrisas a malas caras, de besos a lágrimas, de palabras bonitas a gritos.
De conocer la felicidad en su forma más pura a sentir la tristeza más profunda.
De ver la luz a perdernos en la oscuridad del túnel.
Y sin saberlo, todo era tan efímero, que quizás, y seguramente, los pájaros volverían a volar, y la luz volvería a brillar.
Pero esta vez, con la conciencia de que, a veces, lo que parece eterno es solo un suspiro en el universo.
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