El árbol rey, con su brillo exuberante, como un sol de vida, austero, firme, rebelde y sin temor a los rigores del invierno que se anuncia. Ha resistido gallardo a las inclemencias de las lluvias, las nieves de diciembre, los augustos rayos ardientes, y ahora con una serenidad majestuosa sigue desplegando su belleza, sin temer a los inciertos días por venir, días en los que aguantará chaparrones, heladas y hasta algún que otro "balonazo" de los niños que salen a jugar cada tarde.
Pero, al igual que dos sincronizados corazones, él seguirá enraizado, esperando .... presintiendo que tras toda tempestad, disgusto, desilusión, desaliento y malestar, siempre llega la calma en las almas sinceras y amigas. Éstas,como dos árboles en otoño, trenzarán raíces que nadie sera capaz de arrancar.
¡Oh, árbol generoso y valiente, eres ya mío e inmortal y te amo, por hacer sentir en mi alma una complicidad especial!
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