EL LIBRO DE ANA
Ana siempre buscaba refugio en las páginas de su libro favorito, un antiguo tomito que su abuela la había regalado.
Era su abuela, su querida abuela, la que le había transmitido su amor a la lectura desde que era una niña. En aquella casa, antigua, de altos techos y frías paredes, Ana pasaba horas mirando una estantería llena de libros, grandes, pequeños, amarillentos, de colores verdosos y ocres. Algunos brillaban, otros parecían aburridos y llenos de polvo. Un día, cuando Ana cumplió 10 años, su abuela le dejo elegir un libro de su gran estantería. Ella nunca olvidará el momento en el que, sin saber muy bien cual elegir, agarró ese pequeño tomo que ahora tiene entre sus manos. Cada vez que se sentía perdida sesumergía en sus historias, donde el amor y la aventura se entrelazaban.
Una tarde de invierno, con el frío colándose por la ventana, abrió el libro para leer una vez más. A medida que sus ojos se deslizaban por las palabras, sintió cómo el abrazo de los personajes la envolvía, como si la historia misma la acogiera entre sus brazos, Ana necesitaba el cálido abrazo de su libro. Había tenido un día amargo y se sentía algo decepcionada de los demás, del mundo entero. Sabía que era una sensación pasajera y fugaz, pero necesita estrechar el lomo de su libro, besar con sus pupilas cada párrafo. Era de esos días en que notaba que no había sino un gran vacío en su vida.
La reconfortaba sentir el olor de su libro, el tacto de su papel satinado y grueso. El tomito y ella parecían formar una sola cosa, unidad, porque la historia versaba sobre ella misma; era parte de sí, su narración. Las situaciones eran sus situaciones, los personajes su creación. Además porque el libro era muchos libros, las historias diferentes cada vez, variadas, interminables, la aventura de la vida y el encuentro del amor; el amor verdadero, el que trazan los corazones en la vereda de los latidos compartidos.
Porque el libro posee algo que ningún otro libro posee, una magia que sólo ella conoce. En las páginas Ana es Ana, pero también es muchas otras Anas. Los pesares e inquietudes se diluyen cuando fluyen los sentimientos hondos que palpitan en su seno. Ana, entonces, también es otra Ana y recorre parajes, transforna su cuerpo, siente otras sensaciones que sin ser suyas se hacen suyas, y también se convierten en sensaciones de los protagonistas, porque Ana es el libro de Ana.
Esa es la magia del libro, aquel pequeño libro que ella eligió siendo niña y sigue siendo su refugio seguro, el fiel amigo que la reconforta, de cuyas páginas sale fortalecida cuando lo demás, el mundo que la rodea se tiñe de gris y la banalidad de las cotidianas relaciones, la frialdad de los demás la hacen desear hacerse un ovillo imperceptible.
Esa tarde de frío intenso, en la que el viento chocaba contra los postigos de la ventana, se abrazó a su libro y se preguntó si no existía ya un vínculo entre las páginas de ese librito, que estaba entre cientos de libros de su abuela y ella, si no hubo algo que la atrajera en particular hacia aquel libro, si la magia del libro no empezó el mismo día en que sus ojos quedaron atrapados por él y lo hizo suyo, mientras su abuela tras de ella sonreía.
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