Descubriendo la sensualidad en mis curvas

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Siempre fui una chica con sobrepeso y eso afectaba mi confianza y mi personalidad. Solía vestir con ropa ancha para "ocultar" mis proporciones, no me maquillaba y muchas veces ni siquiera arreglaba mi cabello.

Un día me miré desnuda en el espejo y dije "No estoy tan mal". Me masturbaba constantemente, veía porno donde había mujeres más gordas que yo siendo penetradas por múltiples hombres. Tocándome, aprendí a amar mi cuerpo tal como era y comencé a sentirme sexy y bien conmigo misma.

Un simple cambio fue suficiente, mostrar confianza y sonreír y ya no era invisible, tal vez nunca lo fui, pero mi mente cerrada me tenía atrapada. Ahora notaba que me veían, mis tetas gigantes atraían todo tipo de miradas y me encantaba. Regresaba a casa a masturbarme, imaginando ser cogida por alguien, cada vez era mayor el deseo. Quería a un hombre dentro de mí y lo quería rápido.

No pasó mucho tiempo hasta que conocí al primer hombre que probé. Estaba en una cafetería, noté que me miraba, pero se sentía distinto, eran miradas de deseo. Le sonreí y se acercó a mí. Me dio su número de teléfono y en la noche tuvimos un chat de varias horas, hablando sobre nosotros al principio y nos calentamos al final. Me propuso vernos en un hotel el fin de semana y acepté.

Era mi primera vez, estaba muy nerviosa, pero lo hice, fui al lugar y hora indicada, nos vimos, llegamos a la habitación, él se sentó en la cama y me ordenó que me desvistiera. Cargaba un vestido de algodón que dejé caer de inmediato y quedé en ropa interior. Él clavó su mirada en mis senos, nunca nadie había visto mi cuerpo así, me sentí expuesta y excitada a la vez.

Me jaló hacia él, quitó mi brasier y chupó mis tetas. Su cabeza parecía pequeña al lado de mis melones, los chupó con hambre, mis pezones estaban duros, sus manos recorrían el cuerpo que yo pensaba era horrible. Se puso de pie, quitó su ropa mirándome, me sentí dueña de él, poderosa al ver a un hombre muscular con una erección gigante solo para mí. Nunca había visto o tocado un pene, pero a penas lo acercó a mí supe qué hacer. 

Imposible describir el sabor, en mi boca nunca había estado nada tan delicioso como la verga de este hombre, me decía que lo estaba haciendo bien y eso me excitaba aún más. Me decía: "Uughh, así, me encanta". Sentía mi concha gotear mientras él agarraba mi cabeza y metía su pene hasta mi garganta. Me miraba como un depredador a su presa, con instinto animal, como un macho alfa dominando a su hembra.

Me tomó por el cuello y me empujó a la cama, se subió sobre mí, con su respiración agitada me dio el que sigue siendo el mejor beso en los labios que he recibido. Su aroma masculino me derretía, sus fuertes manos apretaban las mías, me besó el cuello y fue bajando. Se aferró a mis tetas y luego a mi abdomen, el que yo tanto odiaba, donde más se notaba mi gordura, donde más fea me sentía, pero para él era un paraíso. Hasta llegar a mi vagina y verla con obsesión. 

Introdujo sus dedos y los movió dentro de mí, rítmicamente entraban y salían y yo no podía hacer otra cosa que gemir. Luego se acercó, sentí su aliento en mi entrepierna y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando posó su lengua en mi clítoris. Separó mis labios vaginales y comió de mi vulva todos los fluidos que estaba destilando. Era una sensación única, me estremecía, agarraba las sábanas, quería gritar. Él se detuvo y preguntó "¿Estás lista?".

Asentí con mi cabeza, no podía hablar, a pesar de haber llegado tan lejos, seguía siendo mi primera vez. Él suavemente metió la punta de su pene para luego ir con todo. En ese momento si grité, pude sentir mi sangre recorriendo mis venas y mi corazón acelerado mientras su enérgico cuerpo empujaba su viril miembro hacia mis entrañas. Había tomado la decisión correcta, solo él era digno de degustar la virginidad de mi exuberante figura.

El tiempo pasaba más lento, él seguía y seguía, sus musculares brazos y pectorales estaban empapados de sudor y ante esas sensaciones e imágenes mi cuerpo sucumbió al éxtasis y llegué a un orgasmo inimaginable. Todos los sistemas de mi organismo recibieron una recarga de energía. "ES MI TURNO" logré decir con mi boca llena de saliva y mi respiración acelerada. 

Subí sobre su aún firme pene, él recibió mi peso como una bendición y sonreía al verme rebotar. Me sentía como una amazona cabalgando en un semental, un macho único que sentía como si fuera mío. De frente a él no pudo evitar sostener mis senos y saborear cada rebote, luego de espalda él jugaba con mis nalgas y pasaba su dedo pulgar por la orilla de mi ano.

Sus gemidos de repente se convirtieron en gruñidos, tuvo la fuerza para levantarme y empujarme a la cama. Se subió sobre mí, lo miraba sorprendida, nunca había visto esas expresiones en el rostro de un hombre. Su pene palpitante se notaba más duro que nunca. Él mismo se masturbó sin apartar su mirada de mis ojos y se vino sobre mi pecho. Varios chorros de esperma caliente cayeron en mis tetas y mi cuello y se deslizaron hasta las mojadas y sudadas sábanas blancas de aquella habitación.

Sonreímos, nos besamos, nos duchamos y el resto es una larga historia que dejo a su imaginación. Solo espero que este relato sirva de inspiración para todas las mujeres que sienten algún complejo con su físico. Sepan que siempre habrá alguien dispuesto a comérselas, a desearlas, a amarlas tal y como son.


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