LA MUJER DEL CUADRO 2

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Al día siguiente  Sebastian Reyes se había olvidado por completo del cuadro y se centró en su quehacer en la fábrica. Pues él era un negociante nato que por supuesto no había dado ninguna importancia a las disparatadas explicaciones del señor Blas acerca de las excéntricas acividades de su parienta. Además se alegrada de lo que había hecho para ser el dueño absoluto del negocio familiar. Cuando su tía Elvira ya estaba a punto de fallecer en una residencia de ancianos, el fabricante que era un tipo muy codicioso y casi sin escrúpulos había ido al notario de la mujer y lo había sobornado con una sustanciosa cantidad de dinero para que falsificara el testamento con el propósito de que figurara él como el legítimo heredero de la fábrica, en perjuicio de su inútil herman Pedro, al que se le asiignaba un mísero sueldo para que al menos pudiera subsistir. Mas como Sebastian tampoco lo quería en su empresa no tuvo ningún reparo en hacerle la vida imposible para que éste se fuera de allí como así ocurrió, por lo que Pedro malvivió durante unos pocos años como pudo hasta que cayó en una severa depresión y se suicidó arrojándose a la vía de un tren de cercanías en el momento en que pasaba el ferrocaril.

Pero todo esto ya había pasado y el matrimonio Reyes invitó una noche a cenar a sus amigos para enseñarles el nuevo piso en el que se habían istalado. Sin embargo a Sebastian le aguardaba una insospechada sorpresa difícil de asimilar.

Ciertamente. Al actual propitario del piso que había sido anteriormene de su tía Elvira le atraía de un modo especial aquella acogedora sala de estar en la que se encontraba el balcón que daba a las Ramblas del barrio que estaban oradadas de plátanos los cuales en primavera exhibían en sus ramas frondosas hojas verdes por las que se filtraban los brillantes rayos del sol.

Por eso mismo en una noche cualquiera Sebastian se dispuso a leer el periódico sentado en uno de aquellos mullidos sillones, cuando de repente la puerta de la estancia que estaba semiabieta se cerró de golpe como si "algo" la hubiese empujajdo. El hombre se levantó cansinamente para abrirla de nuevo, y entonces reparó en la incisiva mirada de la mujer del cuadro dejándole totalmente anonadado. ¿Lo miraba de  verdad a él, o esto era una simple ilusión de sis sentidos?

"Eres un miserable sin  remedio. Un vil asesino" - sintió el fabricante una profunda voz que se expresaba como un inruso pensamiento en su cerebro.

-¡¿Qué?! ¡¿Quién hay aquí?! - preguntó el sujeto en voz alta, a la vez que sentía que su prepotencia se derrumbaba como un castillo de arena, dado que por debajo de su aparente fachada grandilocuente se ocultaba un ser inseguro y vacío, por lo que le invadió un pánico que se adueñó de su persona ante lo desconocido.

"Sí. No eres más que un gusano que no repara ante nada para conseguir dinero. ¡Tu alma está enferma, ENFERMA!" -repitió la supuesta voz intrusa.

.Sebastian se fijó en la enigmática mirada de la mujer del cuadro y le pareció que sus vivaces ojos brillaban como si tuvieran una luz propia; cosa que unos minutos antes no se había apercibido de ello. Acto seguido el fabricante tambaleando se dejó caer en el sillón.

"Tu hermano Pedro murió por tu culpa. Él y yo éramos dos almas gemelas. Y tu con tu desmesurada codicia destruiste su futuro. Su vida. Y pagarás muy caro lo que has hecho". - siguió implacable la voz en la mente de Sebastian.

- Pedro... Pedro no servía para los negocios. No servía para gestionar ningún capital. Fue él quien se suicidó, porque él era un hombre muy débil. No fui yo quien le empujó a la vía del tren - se atrevió a replicar Sebastian con una voz temblorosa. 

"Dios mío.¿Me estoy volviendo loco? - se preguntó a sí mismo el fabricante con estupor.

"Pedro era una buena persona que no hizo daño a nadie. Y tu le hiciste la vida imposible. Le destruiste su amor propio que es lo esencial para poder vivir. Y esto es imperdonable" - insistió la voz.

- ¡En los negocios no se pueden hacer concesiones.a nadie! Esto es asi y yo no hago más que adaptarme a este sistema que es como la ley de la selva para que el neocio siga funcionando. Yo no he inventado esta mierda de forma de vivir- trató de defenderse Sebastian de aquella terrible acusación reflejada en la temible mirada de la mujer del cuadro.

En realidad él no sabía a ciencia cierta si aquella misteriosa voz en forma de pensamiento que lo juzgaba tan severamente emanaba de su genuino sentimiento de culpa que subyacía en su fuero interno propiciado por la singular mirada de la mujer del cuadro,o es que su tía Elvira en efecto se dirigía a él desde un Más Allá; o ambas cosas a la vez. "Esto es inaudito" - se dijo el fabricante.

                                                                   CONTINÚA


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