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El viento aullaba como un lobo rabioso, y las nubes se arremolinan con una furia inexplicable. En cuestión de minutos, el pueblo fue engullido por el agua.
Ana miraba por la ventana, su corazón latiendo con fuerza no la dejaba apenas respirar, mientras presenciaba el espectáculo aterrador de escombros y desesperación.
Entre la tristeza, miedo, llanto y desesperanza, un eco de solidaridad de ciudadanos anónimos que intentan apaciguar el desastre.
La fragilidad de la vida nos estremece a todos. Qué el apoyo mutuo se convierta en una pequeña luz en la adversidad.
Muchísima fuerza a todos los afectados en este momento tan duro.
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