La tormenta (1) - Cae la lluvia

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Estaba corriendo a través del bosque cuando escuché los primeros truenos. Me insulté a mí mismo por haberme olvidado de mirar el pronóstico meteorológico antes de salir. Ahora solo me quedaba resolver el problema y empecé a pensar en lo que me esperaba. El linde del bosque estaba cerca y después de eso unas pocas casas con jardines adelante y el pantano marítimo por detrás.

Con los relámpagos que ahora, fuera del bosque, podía ver, más truenos y las primeras gotas que el viento me traía desde los nubarrones cercanos, tomé la decisión de buscar la protección de la primera casa que encontrara, antes de que un relámpago me encontrara a mí.

Me guarecí en la galería del frente de la casa, justo cuando la lluvia iniciaba a descargarse con todo. La casa estaba en silencio y no veía luces en su interior cuando discretamente miraba hacia adentro a través de los ventanales del living. Decidí no llamar, pensando que no había nadie en su interior.

No paré de moverme para así combatir un poco la baja de la temperatura que se aunaba con mi espalda transpirada. Así estaba, mirando la lluvia y los relámpagos, cuando escuché unos golpecitos en la ventana detrás de mí.

Dos ojos celestes me estaban mirando. Los cabellos rubios estaban agrupados en dos trenzas. La dueña de esos atributos estaba vestida como si recién saliera del gimnasio. Por suerte, después de observarme unos segundos, me hizo señas con una mano para que fuera hacia la puerta

- Entrá, no está el clima como para estés ahí afuera.

- Muchas gracias. – le dije – Se estaba poniendo frío. Tendría que haber mirado el pronóstico antes de salir a correr.

- Parece que estás en buen estado físico.

- Parece que vos también. – arriesgué.

Mientras hablaba no pude reprimir que mi mente de divorciado rescatara los detalles físicos de mi interlocutora. Cabello y ojos quedaron atrás para hacer una estimación de labios, tetas y caderas. El culo estaba en el lado oculto. Sus labios parecían deliciosos y los movía sensualmente cuando hablaba. Tetas… apetecibles, diría yo. Caderas… lindas para poner mis manos una de cada lado. Año más, año menos, mi edad.

- Espero que no seas un criminal, porque estoy sola en la casa. Me llamo Cristina.

- Soy Gustavo, y no soy un criminal. ¿Cómo así que estás sola? ¿Tu marido? ¿Hijos?

- Desde hace cinco meses soy viuda y mis dos hijos viven a una hora de acá. Siempre me llaman antes de venir a visitarme. De hecho, aparte de mis hijos, sos el primer hombre que entra a esta casa desde que enviudé.

Mientras hablaba, me dio la sensación de que Cristina me estaba analizando, tal cual había hecho yo con ella.

- Mmm, yo estoy divorciado desde seis años. – expliqué - ¿Te puedo molestar con un vaso de agua?

- No es ninguna molestia. – dijo – Ahora te lo traigo.

No necesito decir que mientras Cristina iba hacia la cocina pude observarle el trasero… y quedé impresionado. Había tenido en mis manos culos de variadas dimensiones y formas, pero éste, se encaramó al tope de la lista de los mejores calificados. Sentí en la entrepierna que la situación estaba cambiando. Cristina se aproximaba con el vaso de agua en la mano y ya no la miraba como antes. Con toda la seguridad del universo me dejó mudo con la pregunta:

- ¿Te gusta? Mi culo siempre fue famoso y con estos shorts de gimnasia, nada queda oculto.

- Cristina, con toda sinceridad, tenés un culo hermoso.

Mientras bebía el agua que me había traído ninguno de los dos habló, al menos con la boca. Creo que mis ojos – y los suyos, para mi sorpresa – hablaban sin palabras.

- Gracias por el agua. – dije, aunque pensaba que era una taradez, un escape a mantenerme silencioso. Y Cristina me dio otra sorpresa.

- ¿Conoces el dicho que un vaso de agua o un polvo no se le niega a nadie?

- Sí, lo tengo claro.

- Bueno, yo te di un vaso de agua. ¿Qué tal si tenemos un polvo, un buen polvo?

Ahora sí que sentí el flujo de sangre engordándome la verga.

- Me parece una excelente idea – sostuve. Y no había terminado de decirlo cuando ya tenía el cuerpo de mi nueva amiga apretado contra el mío, sus labios pegados a los míos y su lengua pugnando por penetrar en mi boca. No opuse resistencia y tuve la primera experiencia con sus caderas, atrayéndolas hacia mí, haciéndole sentir mi creciente erección.

Luego de esa primera manifestación, sus manos me empujaron suavemente hacia atrás y Cristina me dijo:

- Hace meses que no estoy con un hombre, así que te voy a usar. Quiero disfrutar tu cuerpo. No tienes que hacer nada más que dejarme hacer.

Mientras caía sentado en un sillón respondí:

- Soy todo tuyo. Presiento que yo también voy a disfrutar.

Se me sentó arriba y mientras volvíamos a besarnos con pasión sexual, su mano derecha se introdujo en mi short y me sobó la pija. Su murmullo de placer sumado a las caricias fueron un incentivo más para el crecimiento y endurecimiento. Hice ademán de sacarme la remera y me apartó las manos.

- Yo lo voy a hacer, es parte de mi diversión.  De hecho, te voy a desvestir y después lo haré yo.

Mientras hablaba me sacó la remera, lo cual lamenté porque tuvo que dejar de acariciarme la verga. Pero volvió a meter la mano mientras ponía la izquierda detrás de mi cabeza volvió a besarme. Podía sentir la presión de sus tetas en mi pecho y me preguntaba cuándo iba a poder tenerlas en mis manos.

(continuará)


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