SECUENCIAS (Elvira, 'Ndowo... y yo mismo)
Por Jasper
Enviado el 14/11/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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SECUENCIAS
(Elvira, 'Ndowo... y yo mismo)
SUOKKO
Elvira Suokko estaba en su último curso. No quiero decir, obviamente, que la doctora Suokko estuviera terminando su carrera, sino que cuando comenzó el curso en octubre ya se hizo público que dejaba la docencia al fin del mismo, que acababa de cumplir los sesenta, y ya no impartiría más clases.
'Ndowo y yo teníamos problemas para sacar las notas, y Suokko nos había convocado terminada la clase. Nos explicó que, dada nuestra evolución, remontar a esas alturas del curso era prácticamente imposible; ella quería terminar aquel, su último curso, aprobando a todos los alumnos, y no deseaba que 'Ndowo y yo frustrásemos sus planes. A puerta cerrada nos propuso, sin ambages, una 'forma' de arreglar las cosas. Directa y clara. Habló con el aplomo de quien ya no tiene nada que perder... y tiene un poder sobre los demás.
Y así, nos citó en un respetable club privado de la calle Tuset. Al llegar, un portero nos dejó pasar cuando mencionamos su nombre. Después, una sonriente rubia nos condujo a un Sutes reservado.
La habitación era una sala de mediano tamaño, con suelo enmoquetado y con un gran ventanal cubierto con una cortina de encaje azul celeste, que confería una gran luminosidad a todo el espacio. En un rincón había un largo y ancho asiento con anchos brazos a cada lado, en forma de semicírculo de color magenta en cuyos extremos adyacían dos mesas bajas. En el centro había también una mesita redonda; varias botellas de licores, Vasos y copas sobre una bandeja plateada componían todo el mobiliario. Sentada en medio, sosteniendo una copa de licor de menta, estaba sentada Elvira. Vestía una larga bata color malva, abierta por el centro. Tenía las piernas color caoba cruzadas y el corte dejaba ver sus piernas y la mitad de los muslos. Sonreía con sus vistosos dientes blancos. No llevaba sus habituales gafas sin montura.
Nos invitó a sentarnos y nos ofreció las bebidas. 'Ndowo fue el primero en sentarse del lado derecho. Tomó un vaso y lo llenó a medias de ginebra; yo me senté a su lado, dejándolo más cerca de Suokko.
Nos explicó algo sobre el club y su historia. Había sido el lugar en que la vieja aristocracia tenía sus reuniones, charlas y conferencias exclusivas; más tarde, la alta burguesía de la ciudad lo transformó en el club actual, lugar de encuentros de negocios e intercambio social, y también de citas secretas personales, donde tampoco faltaban ruidosas orgías en las que, se rumoreaba, participaban consejeros, famosos abogados, médicos, jueces, militares y algunos capellanes de incógnito. Ahora estaba abierto a quienes pudieran permitirse alquilar las salas de conferencias y las discretas habitaciones y servicios.
Elvira se levantó y vino a sentarse más cerca; se quedó frente a nosotros, en medio, con la copa girando entre los dedos. 'Ndowo se movió haciendo un hueco entre nosotros. Suokko se giró y depositó la bebida sobre la mesita. Al agacharse, las formas de sus nalgas, grandes y circulares se marcaron completamente bajo la lisura brillante de la bata. Se sentó entre ambos sonriente. Yo estaba nervioso; no sabía cómo actuar, qué debía hacer, qué querría hacer Suokko, cómo comenzar y qué vendría después. Miré a 'Ndowo. Él estaba tranquilo y seguro, parecía estar acostumbrado a cosas como aquella —luego supe que no, que estaba tan asustado como yo, y que disimulaba su tensión con una aparente impasible serenidad—. Elvira rompió el hielo que empezaba a resultar embarazoso.
Se giró ligeramente y puso su mano sobre el muslo de 'Ndowo, pasándola desde allí hasta la rodilla y de ésta a la entrepierna. Él se giró también hacia ella y acercó su cara a la de Elvira. Los labios se pegaron; la boca carnosa de Suokko, abierta, se apoderó de los labios de él, se volteaba y succionaba comiéndole la boca entera mientras él le abría la bata, que cayó desde los hombros hasta el sofá. En sus senos ligeramente caídos pero esbeltos, con sus pezones oscuros y rugosos destacaban dos pezones grandes y amarronados. Mi compañero bajó y empezó a chuparle aquellas maduras mamellas. Con todo, la escena me estaba poniendo más cachondo de lo que hubiera imaginado. 'Ndowo se levantó y se bajó el pantalón. Un miembro enorme saliendo de sus pelotas, hinchado y brillante quedó delante de Suokko que lo tomó con sus dos manos y lo masturbó antes de tragárselo. Elvira hacia sonar la mamada mientras la extraía y la volvía a meter. Decidí participar.
Me desnudé y me acerqué por detrás del sofá. Comencé a manosear las tetas y jugar con aquellos pezones maduros. Los encontré muy duros y tiesos. Los pezones como dos bolitas. Suokko se dejaba sobar, facilitando las caricias. Sentía mi polla erecta. 'Ndowo sacó la gigantesca pija y tumbó a Elvira. La entrepierna estaba pelada, con unos grandes labios del chocho muy abiertos. 'Ndowo le abrió las piernas y la abertura del coño mostraba su hendidura mojada por la excitación. Él la estiró hasta que quedó sobre el ancho brazo del sofá y se agachó para follarla. Entonces yo me arrodillé y le puse mi verga en los labios. Elvira la cogió y la lamió antes de chuparla y comenzar a sorberla. Sus labios anchos y negros tenían mucha pericia. Su mamada era lenta, pero sabía cómo desatar la libido a tope.
'Ndowo sujetó a Elvira por el culo y comenzó a penetrarla vigorosamente. Su tranca se hundía hasta el fondo de aquel coño abierto. Suokko jadeaba rítmicamente a cada follada con mi polla en su boca. Mientras me comía el falo subía y bajaba por mi mango; su lengua chupaba mi capullo divinamente, hasta que con un latigazo de placer dejé escapar todo mi líquido seminal en la cálida caverna bucal de Elvira. Ella gemía por los pollazos de 'Ndowo y tragaba mi leche que salía a borbotones mientras yo dejaba escapar un alarido. De repente, mi compañero se dejó caer sobre las tetas de Suokko. Se dejó ir dentro de ella. Jadeaba intensamente con cada espasmo portador de semen caliente que llevaba el coño de Elvira Suokko.
Yo saqué mi verga cuando descargué del todo. 'Ndowo siguió penetrándola un rato con el mandoble negro dentro del chocho chorreante. Salió de la carne femenina cuando se agotó la fuerza de su gran chisme amatorio. Pero entonces, Elvira pidió que le comiéramos el clítoris. Quería tener su orgasmo. Uno debería hacerle el cunnilingus, y el otro lamerle el ojo del culo. Yo me arrodillé debajo de ella y le abrí el higo reluciente de flujo. Comencé por lamer los dos pétalos que dejaban paso al agujero por el que aún salía un reguero de leche de 'Ndowo. Él se colocó detrás de su culo y le besó y lamió el pequeño pocito haciendo que Suokko lanzara sonoros "uuhhmmmm", en cadena. Lamí su almejita oscura hasta que se corrió con chillidos entrecortados. 'Ndowo continúo hasta que ella dejó de jadear. Esa forma del amor sexual le gustaba, sin duda.
Cuando los tres nos sentamos, desnudos todavía. Elvira nos acarició los falos y dijo con una sonrisa sibilina: habéis aprobado el examen.
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