La tormenta (2) - Uno a uno

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Repetimos los besos y las caricias hasta que, interrumpiendo lo que hacía, Cristina se arrodilló entre mis piernas y tiró de mis shorts. Mi verga saltó, libre por fin. Las manos de mi nueva amiga la tomaron y corrieron el prepucio dejando la cabeza enrojecida, brillante al aire. Pero no por mucho tiempo. Pronto sentí que el calor y la humedad de la boca de Cristina la habían rodeado. Y luego sentí su lengua lamiéndome como si me verga fuera un helado. Y adentro otra vez. Y luego un par de lamidas a lo largo de todo mi instrumento mientras una de sus manos – no me importaba cuál – masajeaba mis huevos. Y adentro otra vez. Esta mujer sabe lo que hace y lo que quiere, me dije para mis adentros. De repente, todo acabó.

Cristina estaba parada delante de mí, mirándome con picardía.

- Lo estás haciendo muy bien. – le dije, masturbando mi pija con mi mano derecha para mantener la erección mientras esperaba su próxima movida.

- Ahora voy a poner mis tetas en tus manos y tu boca. – y mientras se desvestía agregó – Me las puedes acariciar y chuparme los pezones. Eso me encanta.

- Con todo gusto. – le dije, mientras observaba con deleite todas sus curvas, sus promontorios, la pequeña mata de pelos que rodeaba su concha.

Volvió a sentarse arriba de mí y volvimos a los besos enardecidos. Mis manos no perdieron tiempo: le cubrí ambas tetas con ellas e inmediatamente comencé a masajearlas. Podía sentir sus pezones en las palmas de mis manos duros, hambrientos, pidiéndome que los chupara. Decidí que era el momento de tenerlos en mi boca, probar su dureza, su sabor… y ver la reacción de Cristina. Tomó no más de tres chupadas a cada uno cuando Cristina dio otro paso:

- Tocáme la concha. Penetráme con un dedo cuando quieras, suavemente. – y se arqueó hacia atrás.

Una mano arriba, una mano abajo. Con la de arriba seguí jugando con sus tetas y pezones, aunque de vez en cuando le sujetaba la cabeza para apretar sus labios contra los míos, besarle y mordisquearle el cuello. La de abajo encontró prontamente la apertura entre los labios de su concha y se humedeció con los fluyentes jugos. Le metí el dedo mayor de la mano derecha sin problemas, lentamente, y observé cómo abría los ojos maravillada del placer que sentía, al par que suspiraba y luego se estremecía. Razoné que mi verga pronto se deslizaría dentro de ese túnel con toda facilidad. Podía escuchar los gemidos de Cristina. No tardó en dar el siguiente paso: apartó mis brazos poniéndolos sobre el respaldo del sillón y me dijo,

- Prepárate.

Acto seguido se irguió sobre sus rodillas, me agarró la pija enrojecida y resplandeciente con una mano, le puso saliva con la otra, la llevó a la entrada de su empapada cavidad y fue bajando lentamente hasta que la tuvo toda adentro. Sus ojos entrecerrados y su suspiro de placer me indicaron que mi pija la estaba satisfaciendo. Comenzó a moverse con vaivenes arriba y abajo, adelante y atrás, y hasta en pequeños círculos. Le agarré los cachetes del culo y le seguí las movidas. Me di maña para chuparle los pezones erectos.

Mi pija sentía no solo lo movimientos sino también cómo apretaba cuando se quedaba quieta. Como había dicho, me estaba usando para su propio placer. Y yo estaba gozando de lo lindo.

- Voy a tener un orgasmo muy pronto. – dijo Cristina en un susurro, mientras sus caderas se movían horizontalmente, lentamente, sin pausas. Mi verga quedaba casi afuera un momento y al siguiente quedaba enterrada totalmente en el hermoso cuerpo de mi nueva amante – Después de mi orgasmo o con el mío, acabá dentro de mí.

Casi inmediatamente arqueó su cuerpo y se le escapó un aullido de placer: su orgasmo era evidente. Siguió moviendo sus caderas, pero más lentamente ahora. Sus manos tomaron mi cabeza, y sus labios se pegaron a los míos con avidez. No me resistí más y le di libertad a mi verga. Mi orgasmo vino con rapidez y sentía cómo descargaba mi leche una y otra vez, con los consabidos espasmos de mi pija.

Cristina se separó, se arrodilló en el suelo entre mis piernas y se metió mi verga en su boca. Chupó y tragó las últimas descargas y luego me lamió con fruición toda la pija, deleitándose, sin duda, con el cóctel de mis jugos y los suyos. Cuando se dio por satisfecha, me miró y me dijo:

- Gracias. Me hacía falta.

- Estuvo muy bueno. Espero que lo repitamos. – le respondí.

- Hoy no, porque una amiga viene a visitarme dentro de media hora. Todavía está lloviendo. Te voy a confiar uno de mis autos para que vayas a tu casa y espero que me lo devuelvas mañana a la mañana.

Volví puntualmente a media mañana del siguiente día. Su amiga, Amanda, estaba allí aun. Una colombiana de piel chocolate que cortaba el aliento. Era como una copia de Cristina con tetas ligeramente más grandes. Amanda se fue después de que terminamos un café mirando el mar.

Cuando quedamos solos Cristina y yo, no hizo falta el vaso de agua. Sin entrar en un relato completo, comparto que después de obsequiarle un orgasmo con mi boca hice que se pusiera en posición perrito y la penetré desde atrás con la vista de su hermoso culo. Le masajeé los cachetes mientras movía mi verga como un pistón hasta que empecé a eyacular. Entonces la tomé de las caderas para enterrarme lenta y profundamente en su interior mientras derramaba mi leche.

Me llevó a casa y antes de que me bajara del auto me dijo:

- Si vuelves mañana a la tarde, a las cinco. Te voy a tener una sorpresa.


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