Todas las cosas importantes son dramas. A veces esos dramas desembocan en el amor.
Le había gustado. En seguida me di cuenta. Me atrajo. Era bajito y de cabello rizado. Era lo poco que se veía en la discoteca. Se acercó a mí algo tímido. Yo estaba sentada en un sillón redondo, con las piernas cruzadas. Dejó el cóctel en el suelo y me miró profundamente. Le sonreí.
Se acercó e intercambiamos algunas frases coloquiales. Me mostré cínica. Lo que no esperas, puede ser sensacional, respondió él. Te he visto varias veces. Me acarició la mejilla y bajó la mano a mis tetas, las magreó, pellizcándome los pezones. Me eché a reír y tomé su mano; la llevé a mi entrepierna. Mi verga se había excitado con la conversación y estaba dura y erecta.
Él la estrujó y metió la otra mano por la parte de abajo de mi faldita. La levantó y mi polla completamente tiesa y deseosa quedó entre sus dedos. Se agachó y me hizo una mamada formidable. Su lengua lamía mi glande y lo succionaba suavemente. Me costó resistir el deseo de soltar mi líquido seminal inmediatamente.
Dejé que se entregase con sus chupadas con las piernas abiertas. Cuando me corrí en su boca fue una explosión como la de un volcán. La leche salió a borbotones. Acabado el torrente de mi flujo, se levantó y me besó. Su beso sabía a mi semen. Pasé la mano por su bragueta. Tenía un falo grueso. Él me dijo, hoy no.
Al día siguiente quedamos para vernos...
Y así, sucesivamente hasta el día en que nos casamos y vino a vivir a mi casa de Fuengirola.
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