VARIACIÓN SOBRE UN RELATO MARÍTIMO

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VARIACIÓN SOBRE UN RELATO MARÍTIMO

Jana me cogió de la mano y me arrastró tras ella. "Vamos, Diana", me dijo gritando "No aguanto más". Y echó a correr por el paseo marítimo. Se reía estruendosamente y corríamos sorteando sorprendidos viandantes, turistas en pantalón corto, invariablemente con gafas de sol y sombreros estrambóticos.

Yo corría menos que Jana, así que me solté de su mano antes de verme por los suelos. Llegamos a la entrada del puerto y José-Feliciano, el guardia del muelle deportivo nos dio los buenos días. Habíamos dejado de correr y ambas recuperado el resuello.

Llegamos a la pasarela y subimos al barco de sus padres. Jana giró el picaporte dorado decorado con una imagen de Neptuno, entramos y bajamos a toda prisa la escalinata al interior, ardiendo de deseo, acaloradas de deseo sexual.

"Me ha puesto caliente, Nati; ¿no te has puesto cachonda?". Se refería a una chica morena de cuerpo escultural que estaba tomando el sol en topless en la playa. Llevaba una micro tanguita semitransparente. Primero la vimos boca abajo, con todo el culo, excepto el cordón de tela clavado en la raja, a la vista. Dos perfectas lunas redondas y firmes, sin un gramo de grasa, brillantes de aceite bronceador. Nosotras caminábamos por el paseo, comiendo sendos helados de maracuyá. Nos miramos ambas con los ojos abiertos. Jana y yo éramos amigas íntimas, pero no amantes. Desde que entramos en la adolescencia descubrimos nuestras apetencias sáficas y compartíamos secretos e intimidades.

Bajamos a la playa y nos sentamos a pocos metros de ella y nos dedicamos a espiarla. La mujer, tendría unos treinta años, máximo. Se dio la vuelta. La transparencia de su diminuto tanga dejaba ver un monte de Venus de ordenadamente depilado que lucía una apetitosa forma de corazón. El bulto de sus labios vaginales se apreciaba perfectamente. La boca se nos hacía agua. "Guauuuuu", dijo Jana. "Está de muerte", dije yo. En un momento, la mujer se percató de nuestra presencia e intuyó nuestra secreta disposición de gozarla visualmente. Nos sonrió y de una forma disimulada se exhibió algo más abierta de piernas. Y así fue como salimos corriendo hacia el paseo, en dirección al barco de los padres de Jana.

Jana se tiró, literalmente, al canapé del piso del barco. Se sentó con las piernas abiertas de par en par. Se subió el jersey marinero a rayas y se abrió el short blanco. Vi que no llevaba bragas. Nunca la había visto desnuda, salvo cuando nos tumbábamos con las tetas al aire en la piscina o la playa; igualmente en su caso. Con la mano derecha comenzó a tocarse las tetas; la izquierda la metió por debajo del short y se acarició. Vi su pubis rubio y muy velludo. Estaba encantadora.

Me puse tan caliente que me desnudé completamente. Estaba sentada frente a ella. Me miró mientras seguía magreándose los pechos pequeños y de pezones rosaditos. Mis grandes tetas ya las conocía del topless en la playa, lo mismo que mi abdomen gordito; pero mi chocho, que siempre me depilaba desde los quince años, le era completamente desconocido. No sabía que mis labios vaginales eran muy grandes, gruesos y abiertos. Por lo que se quedó un ratito mirándolo.

Se bajó el short blanco. Jana se iba tocando la entrada del coño y yo empecé a sentir un deseo irrefrenable hacia ella. Por primera vez, sentí una excitación hacia Jana que jamás había experimentado con nadie. Me sentí mojada, con una tensión sexual que me era imposible de contener; me acerqué a ella, desnuda, mirándola a los ojos, esos ojos verdes tan bonitos e intensos y empecé a acariciarla, despacio, recorriendo cada curva de su cuerpo con mis dedos, sintiendo mi respiración cada vez más rápido y fuerte. Ella cerró los ojos, había parado de tocarse y gemía con cada una de mis caricias, mis manos paseando ligeras por su cuerpo semidesnudo le quitaron su short blanco. En ese momento, ella abrió los ojos y me besó, despacio, saboreando mis labios como nadie había hecho nunca. Sentí cómo me deshacía en sus brazos y ella en los míos. Ambas sonriendo, comenzamos a acariciarnos nuestras tetas y nuestro pubis.

Jana se llevó los dedos a la boca y se los impregnó de saliva goteante. Jugó un instante con el botoncito enrojecido de su clítoris y seguidamente metió dos de sus dedos en su chocho con un grito de placer.

Yo me tumbé, me acaricié el pubis y creí que me corría de placer al ver a mi amiga masturbándose de aquella manera.  Estaba cachondísima masajeando mi clítoris, con movimientos rotatorios suaves, de arriba abajo y  no podía contenerme ni dejar de mirar a aquella mujer. Escuché gemir a Jana y me acerqué a ella. Me excitaba ver el culo de Jana y ver cómo se metía y sacaba los dedos. Se dio la vuelta y nuevamente vi su coño. Los dedos estaban cubiertos de flujo.

Acerqué mi boca a ese chocho chorreante y a punto de estallar, y empecé a besarlo con mis labios, masajeando su clítoris y comencé a sentir que estaba alcanzando el clímax. Jana gemía sonoramente. Yo empecé a comer su coño con deseo, mientras notaba cómo el mío empezaba a latir. Ambas jadeantes y ardientes, tocándonos nuestros sexos chorreantes, tuvimos un orgasmo simultáneo que nos hizo estremecer. Mi chocho no paraba de emitir espasmos tan placenteros que por un momento creí perder el sentido. Abrazadas con nuestros coños tiritando, gemíamos locas de placer.

Al rato, en ese barco, volvieron a oírse jadeos de un nuevo magreo de esta pareja de amigas que no podían parar de tocarse.

Fue una tarde intensa, placentera y muy muy divertida.


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