DE LA METAFÍSICA DE LOS "BUENOS" Y LOS "MALOS"

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     DE LA METAFÍSICA DE LOS "BUENOS" Y LOS
                                  "MALOS"

   Para la mente comodamente simplificadora de nuestra especie que, por un mecanismo básico de supervivencia, trata de asegurarse espacios de tranquilidad y descanso, la preocupación por las amenazas procedentes de la propia comunidad humana constituye un permanente estado de vigilancia.
Así, la mayoría de las personas establecen unos parámetros (siempre subjetivos) para diferenciar a "los buenos" de "los malos"; aquellas otras personas que nos suponen (en nuestra mente, en la proyección de nuestros miedos) una amenaza —éstos, son "los malos"—, y quienes nos inspiran confianza y nos dan seguridad respecto a sus intenciones —éstos, "los buenos"—.
Naturalmente, se trata de una distinción preñada de parcialidad y falta de neutralidad: un prejuicio. Los parámetros en que establecemos esa cómoda división entre la infinita complejidad de caracteres humanos y matices individuales, viene dada por y para cada uno, sobre sus experiencias y sucesos del pasado. Algunas veces, si nos ponemos a analizar en profundidad por qué y a quién designamos, en uno y otro campo, podemos identificar la causa de qué tal o cuál persona desate el mecanismo de autodefensa, o nuestra empatía espontánea. Aunque generalmente es un abstruso campo para poder llegar a conclusiones claras.
Si somos capaces de ahondar en el mecanismo de miedo y búsqueda de seguridad personal, entenderíamos que no se puede establecer prefijadamente quién realmente supone o no una amenaza. Y es que hay personas "buenas" que cometen actos "malos", y que nadie es tan "malo" como para no realizar actos "buenos". Las condiciones externas son tan poderosas, que prejuzgar cómo y quién actuará de esta u otra manera es completamente utópico.
Es más, podríamos decir que reflexionar sobre "personas buenas y malas" es un tema profundo y extremadamente complejo, donde entra en juego la naturaleza humana, la moralidad y las circunstancias o ambiente externo.
Y podemos empezar diciendo, que todos, como seres humanos que somos, tenemos la capacidad de hacer "el bien" y hacer "el mal" dentro de unos parámetros socialmente impuestos en el mundo en qué vivimos. Las decisiones que tomamos en cada momento dependen de nuestro yo, que vive en una comunidad y que tiene unas circunstancias concretas, en cada momento determinado y en cada situación que se presenta, es decir, no somos seres estáticos sino que estamos en constante evolución, dependiendo del momento y  de las circunstancias. A veces se puede interpretar que alguien está haciendo "el mal",  sin parar a pensar que esa acción puede estar precedida de una situación difícil o desesperada. Para apreciar esto, la empatía debe estar adecuadamente desarrollada en nuestra persona para así entender la motivación de alguien en un momento concreto y ver otra perspectiva que, no sea únicamente el juzgar la maldad del acto.
Independientemente de la "etiqueta" que coloquemos a los demás "bueno" o "malo", es más importante e interesante centrarse en nuestras acciones. Reflexionar sobre ellas y sobre el impacto que producen en los demás, nos llevará a poder tomar medidas correctoras, en casos en los que no actuamos tan bien como nosotros mismos inicialmente creemos.
Por último, se puede decir que somos duales, ya que todos tenemos cosas buenas y cosas malas en nuestra persona y la lucha interna con el conocimiento pleno de nuestra personalidad es esencial para el crecimiento personal y para evolucionar en nuestro propio yo. Este ejercicio, que no todo el mundo realiza, a su vez, hará que comprendamos y aceptemos mejor a los demás sin meterlos en el cajón de "buenos" y "malos". Es más, el saber perdonarnos a nosotros mismos y rectificar, hará que nos demos cuenta de que cualquier persona puede saber o querer rectificar en un momento dado y merece ser valorada.
En conclusión, reflexionar sobre "personas buenas y malas" nos debe llevar al autoconocimiento y al impacto de nuestras acciones en el mundo que nos rodea, para así dejar de lado  las utópicas  etiquetas de los buenos y los malos.


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