BOCAS ARDIENTES
Se irguió con los dos codos apoyados sobre el colchón y le dijo: Bésame; quiero sentir en mi boca el sabor de mi coño. Matías sacó su lengua del orificio chorreante y despegó sus labios de la carne cálida de los labios vaginales de Trini. Tenía en sí el olor de la suave vulva de ella y lo aspiró con deleite.
Estaba arrodillado en la parte baja de la cama. Se apoyó en la almohada en que Trini tenía apoyado el culo erguido en ella y los muslos abiertos. La excitada mente de Matías anticipaba imágenes que le ponían cachondo, antes de bajarle la braga malva a Trini y ver su chocho rasurado, salvo una erótica raya vertical que se iniciaba en el vientre y llegaba justo al declive por el cual el clítoris asomaba con su forma de fruto carmesí, muy salido, grueso, carnoso y llamativo; antes de estirar lateralmente de la tela, que se enrolló bajando hacia los muslos, le vino a la mente la carne hinchadita y de color calabaza de un mejillón, con sus delineados bordes oscuritos, abiertas sus valvas y sujetas por la hendidura central.
Se levantó y se agachó nuevamente; está vez para llevar sus labios húmedos de tibio flujo y saliva del interior de la vagina de Trini, a los de ella, que recibió los labios brillantes de él con su boca abierta y la lengua expectante. Le lamió los delgados labios con la lengua y tomó el labio inferior entre los suyos, chupándolo. La boca de Matías desprendía el olor sexual de ella, de su interior incandescente de deseo, humectante de fluido ligeramente salobre, eróticamente viscoso. Eso aumentó su fogosidad. Saboreó la mezcla de saliva y flujo, mientras chupaba la lengua de Matías y tragaba los fluidos.
Matías tenía la polla como una dura vara ardiente. Mamarle el chumino a Trini le provocaba una erección fuerte e inmediatamente se le llenaba el meato del líquido seminal. Ahora el glande estaba completamente empapado desde el agujero hasta la corona lívida y gruesa del hinchado pene.
Las bocas se chupaban y sorbían mutuamente. Las lenguas se enroscaban, se superponían, se buscaban, huían, se reencontraban, se dejaban morder suavemente. Disfrutaban de los besos sexuales incrementando su fuego.
Matías bajo y agarro las tetas suaves de Trini. Las magreó con apretones intensos, como si quisiera extraer leche de los pezones rosados, de pequeñas aréolas de ella. Si las cogía entre los dedos, casi podía introducir cada seno en su boca. Chupaba con fuerza, metía los conos de los pezones alternativamente entre los labios, los sorbía y tiraba de ellos con fuerza. Los botoncitos redondos estaban enhiestos. Trini gemía, volvió a dejarse caer sobre la cama. Sentía oleadas de licor sexual desparramándose desde lo hondo de su vagina hasta los abiertos labios verticales, distendido su túnel de penetración.
Matías volvió a su vientre, lo acarició y lamió el botón erecto de su clítoris. Introdujo un par de dedos en la cavidad lubricada. Notó el ardor interior de aquel coño abierto que pedía besos; ser lamido, succionado, sorbido. Trini se relamía al sentir nuevamente cómo era penetrada, ahora por los dedos de Matías, que la iban follando rítmicamente. A cada empujoncito de él, ella jadeaba y movía sus caderas; su culo se contoneaba sobre la almohada; eso le producía un suave placer añadido, el del roce del estrecho anillo del esfínter deslizándose sobre la tela.
Los dedos salían para penetrar profundamente, todos impregnados del néctar sedoso de los jugos de Trini. Los dedos masturbaban vaginalmente; los labios de Matías chupaban y estiraban la perlita delicada, toda endurecida, del clítoris. Su lengua trazaba círculos en torno al órgano del placer orgásmico de ella. Trini se sobaba los pezones estirándolos y retorciendo los botoncitos...
Y estalló...
Un suave alarido seguido de largos gemidos contenidos, espasmos y empujones en los dedos chorreantes de Matías. El deleite de un gran orgasmo... Él se separó y vio cómo el agujerito de Trini con latidos irregulares, primero más rápido, luego decrecientes, se abría y cerraba; la trompita enrojecida del clítoris se elevaba y bajaba simultáneamente.
Cuando Trini se fue calmando, le dijo, ahora quiero comerte a ti. Me voy a comer tu polla y a hacer que tengas una eyaculación que nunca olvides. Quiero que te corras en mis tetas y me las llenes de tu lechecita caliente.
Matías abandonó el chocho de Trini, pasando antes la lengua por toda su carne, para recoger el líquido vaginal. Su tranca estaba erguida, dura, tensa; cimbreaba mientras trepaba hacia la boca expectante de ella. Se colocó encima de ella. Le puso los dos dedos brillantes del semen femenino entre los labios, y ella los chupó sonoramente.
Trini le atrajo y se metió toda la verga en la boca y comenzó a succionar el falo endurecido por la lujuria. Tenía sujeta la polla desde su raíz, desde la bolsa de los testículos. Miró el glande colorado por el ansia y la tensión sexual, colocando la punta de su lengua en el agujero que coronaba el capullo calentísimo de él. Estaba cubierto del flujo sedoso que subía desde los huevos muy juntos y duros; se lo llevó al paladar y lo tragó. El miembro seguía dejando caer hilillos de líquido preeyaculatorio, que ella lamía y saboreaba. Abrió los labios y se metió toda la extensión de la verga en la boca. La chupó haciendo movimientos masturbatorios y notó cómo la excitación de Matías crecía, hasta el punto de ir a desbordarse con todo el semen en la boca. Apretó el enrojecido cipote para evitar que se derramase la leche que pugnaba a leves golpecitos por salir. Se lo sacó de la boca y lo colocó entre sus tetas, lo aprisionó en el canalillo y siguió su masturbación entre los pechos.
Matías explotó en un orgasmo y con un bufido dejó saltar una oleada de leche seminal que salpicó el rostro de Trini. La polla siguió lanzando el blanco y caliente flujo espeso, que fue cayendo sobre las tetas de Trini, salpicando su frente, su barbilla y sus labios, cubriendo los pequeños pezones. Matías dejó escapar todo el fluido espasmódicamente, con los ojos cerrados, la boca abierta, dejando escapar sonidos de placer, sujeto con las palmas de las manos a la cama. Cuando tan sólo trabajaban unas gotas lácteas, Trini untó sus dedos en el líquido seminal y los llevó a sus labios, mientras Matias observaba con deleite y los dos gozaban de la sensación del sexo sin tabúes, descubriendo nuevas formas de disfrute, como venían haciendo muchos meses y pensaban seguir haciendo lujuriosamente.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales