Tú y yo, que asistimos a las mismas manifestaciones: que nos cobijamos en las mismas marquesinas de la lluvia esperando el autobús; vienes y me lo sueltas, de sopetón, "que se acabó nuestro amor". Recuerdo el día que me preguntaste de "qué iba aquello" de estar asistiendo a una convocatoria, sin tener claro ninguno qué pintábamos allí. Sólo que no había clase aquel día por no se sabía qué misteriosa razón. Que aquellos chicos y chicas, sólo dos o tres años mayores que nosotros, habían decidido movilizar a todo el centro, y como corderitos habíamos acudido también a la reunión. Pero no hago memoria de la temática en cuestión. Seguramente, ni los convocantes lo tenían claro.Quizá, vicariamente, habían seguido la corriente de algo que habían visto en televisión. Sólo recuerdo que te comparaba con una de las intervinientes-en aquel mitin estudiantil. Y no vencía el amor. Pero no te dije nada, y aunque te veía como a una niña a la que no se sabía bien por qué razón, había que proteger, no podía apartar la mirada de los pechos desarrollados de la chica que manejaba el altavoz. Pero, como todo el mundo la miraba, incluso tú, no te diste cuenta que la mía en concreto se deslizaba por el canalillo que dejaba a la vista su sujetador. Entonces me preguntaste por algo que había dicho, y al hallarme embobado, tú, siempre tan perspicaz, adivinaste mi recóndita indiferencia a los motivos de aquella reunión. Pero, era tan firme tu amor que debiste pensar que algún día sería tu canalillo el motivo de mi distracción. Seguramente tú sí lo recuerdas - el motivo de aquella protesta-; pero no voy a insistir más. La tuya va a ser la última palabra, y si se ha acabado el amor, aunque el mío persista, me voy a quedar con las ganas de saber de qué iba aquella manifestación.
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