Fui a la tintorería a recoger dos pantalones que había dejado días atras. Llamé antes y la señora me dijo:
—¿A que nombre están los pantalones?—
Yo contesté que a nombre de Santiago y ella dijo que ya estaban, que podía pasar cuando quisiera. Al día siguiente me acerqué a recoger las dos piezas. Allí había un hombre que parecía ser el marido de la lavandera y me entregó una bolsa, pero el hombre me miraba raro e incluso asomó la cabeza por encima de la mesa como para ver mis piernas.
—¿Es usted Santiago?— preguntó
A lo que yo respondí afirmativamente. Entonces salió la mujer y el hombre cuchicheó con ella algo acerca de mí. Ella me miró y observó también mis piernas, como si me estuviera midiendo la longitud para calcular si los pantalones eran mios.
Yo la verdad empecé a flipar. No obstante, pagué el servicio de la lavandería y me fui.
Cuando llegué a casa me dispuse a cambiarme de ropa y ¡sorpresa! Los pantalones eran de otra persona y además les faltaba la pierna derecha por encima de la rodilla.
Mientras me escojonaba de risa llamé a la lavandería y le dije que lo que me había llevado no eran mis pantalones, ya que a mi no me faltaba ninguna pierna. Pero ella insistió en qué el ticket de entrega coincidía con el servicio. A lo que yo repliqué que daba igual, que mis pantalones tenían dos piernas y que ella me había entregado dos piezas sin pierna derecha. Me dijo que llamara más tarde que se pondrían a buscar los pantalones completos.
Esperé. Pero mis colegas ya me decían que llegaba tarde. Que lío, no sabía que hacer, así que desesperado me puse un pantalón sin pierna derecha y salí para el restaurante pasando de todo. Pero los pantalones tenían también adosados unos suspensorios, lo que vulgarmente se diría unos sujeta huevos. Escudriñe atentamente y me di cuenta que el derecho era más grando que el izquierdo. Pensé que quizás tenía el huevo derecho más grande para equilibrar la falta de pierna derecha. El caso es que me molestaba un poco, así que antes de entrar en el local de reunión con los colegas, me lo arranque de cuajo, el suspensorio, claro, no el huevo!!!
No diré lo que pasó en el restaurante, porque nadie me creería, pero lo que si puedo decir es que el tal Santiago sin pierna derecha también se apareció por allí portando unos de mis pantalones de pana, evidentemente con la pierna derecha recogidita y dobladita en su no pierna.
Nos reímos de lo lindo y bebimos con el cojo, que al final la pilló buena y acabo manchando mis pantalones de vino tinto de ribeiro.
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