El amor eterno monógamo, ¿existe?

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La pasión, la atracción física está más que demostrada su existencia por la neurobiología y la bioquímica (aunque tampoco haría falta, pues no hay más que ver la cara de idiotas que se nos pone). Existir, existe. Pero el amor monógamo es un convencionalismo social. No es una ley natural.

 


Lo mismo pienso de la poligamia y la poliandria y su versión moderna occidental llamada poliamor o pareja abierta. La mujer, como género, sale siempre perdiendo. Con la monogamia qué les voy a contar. Pero con la poligamia (un hombre con un harén de mujeres), las esposas son auténticas esclavas sexuales y de todo tipo, de su macho alfa. Y con la poliandria (una mujer con un harén de hombres), aunque pareciera lo contrario, esa solitaria esposa sería la criada doméstica y la esclava sexual de un grupo de machirulos insensibles.

 


¿Por qué necesitamos un vínculo sentimental permanente? ¿No sería más sensata la defensa de una promiscuidad plena y sana, sin más? Cada fin de semana salir a la caza de una “pieza” y una vez satisfechos nuestros apetitos sexuales, pues cada un@ a su casa.

 


“Es que entonces se extinguiría la especie”, me sueltan los estrechos de mente. ¿Qué tienen que ver las churras con las medinas? Se puede procrear y llenar el planeta de churumbeles sin necesidad de tener un vínculo sentimental permanente. Además, si me apuran un poco, tampoco creo que fuera un drama para el conjunto del universo el hecho de que la especie humana se extinguiera.

 


Queremos la libertad que nos proporciona la soltería, con su correligionaria: la promiscuidad. Pero al mismo tiempo también queremos la seguridad de tener a alguien al lado que nos cuide cuando lo necesitemos. No sabemos gestionar correctamente nuestras frustraciones.

 


“No soporto la soledad”, dicen estos simplones. La soledad no es el problema. Tu fobia a la soledad es la que te provoca insomnio y otros trastornos. Las fobias son el problema.

 


Y que no me vengan con frases del estilo: “El cariño, el afecto, el respeto, eso es el amor”. Eso no tiene nada que ver con la institucionalización e instrumentalización del llamado amor eterno.

 


Me hacen gracia estos hipócritas y cínicos que cuando ven una pareja de nonagenarios que llevan juntos sesenta años dicen:

 


--Ay, ¡qué romántico! ¡Cómo los envidio! Se han perdido los valores en las generaciones de ahora.

 


Entonces, no puedo reprimir un:

 


--Pero si tú le pediste el divorcio a tu esposa porque una úlcera gastrointestinal le provocaba halitosis, ¡qué me estás contando!

 


Pero volviendo a la pareja de nonagenarios que llevan sesenta años juntos, yo me pregunto, ¿son la felicidad conyugal personificada? Y continúo preguntándome, ¿cuántos sapos ha tenido que tragar ella o él? ¿Cuántas vejaciones y humillaciones públicas llevan a sus espaldas? El 100% de las parejas estables sufren maltrato psicológico y verbal.

 


Hoy tenemos la libertad de no pasarle ni una a nuestra pareja. A la mínima discordia, mandamos a nuestro cónyuge a tomar viento. Y yo creo que es lo correcto. No debemos idealizar lo antinatural de aguantar y tragar en una relación tóxica, con el hipócrita objetivo de poder celebrar las Bodas de Oro rodeados de hijos y nietos, y que nuestros vecinos digan: “¡Cómo los envidio! Ya no existen parejas así”. Pues menos mal.

 


Tengo un amigo que lleva diez años casado y que no hace más que decirme:

 


--¿No te cansa el andar todos los fines de semana de aquí para allá? ¿El encamarte hoy con una y mañana con otra? Debes casarte y sentar la cabeza, como hice yo.

 


Bueno, pues hace unos días me enteré que decidieron abrir la pareja. Me lo contó él mismo. Me lo encontré por la calle, fuimos a tomar un café y me lo soltó. Llevan un mes en régimen de pareja abierta. Lo que más le preocupa, al muy hipócrita, es que en todo ese tiempo, mientras que el tuvo 3 conquistas, ella lleva 21. Está arrepentido de haberle propuesto a su mujer el dar ese paso. La cultura heteropatriarcal y falocéntrica asoma la patita cuando uno menos se los espera.

 


Hay chistes que albergan gran sabiduría filosófica. Se acuerdan de aquel que decía “Por disfrutar de cien gramos de chorizo tengo que cargar con el cerdo entero”. ¿Por qué las mujeres si pueden ser madres solteras (los hombres lo tenemos más complicado), se empeñan en casarse? En fin, es un gran enigma que nos favorece a los hombres, como género. Eso es indudable.

 


Si el sexo nos ocupa, en el mejor de los casos, dos horas diarias, un quebrado temporal de 2/24, ¿por qué la mayoría de la gente dice que el sexo representa en su relación de pareja el 80%, e incluso más? ¿Qué porcentaje le queda al cariño, al afecto y al respeto? ¿Un 20%?

 


No se crean que yo uso a las mujeres como Kleenex, todo lo contrario. Son ellas las que me tratan así, y me gusta que así sea.

 


Una compañera de trabajo, con la que tengo una gran amistad, en una de las conversaciones me enseñó su agenda. Tiene por lo menos a 8 follamigos. Cuando le apetece uno, le manda un WhatsApp y lo tiene calentito en casa a la hora que ella pida. Ya sé lo que están pensando, que yo también formo parte de esa lista. Pues de momento no, supongo que me quiere hacer sufrir un poco. Pedir se lo pedí. Yo le doy buenos consejos para que no caiga en la trampa de enamorarse y que acabe convirtiéndose en la chacha de sus 8 amiguitos. Ella agradece los consejos de una buena amistad masculina. Sus amigas en estos temas no saben aconsejarla. Alguna hasta le dice que tiene que casarse y sentar la cabeza, otra más. Mis consejos, como hombre, los tiene muy en cuenta. Les saca jugo y partido. Yo como buen feminista radical, le enseño a no quedarse con el cerdo completo. Quizás se esté enamorando de mí, por eso me tiene en la reserva, en un lugar especial, para cuando se canse de la piara.

 


Yo soy el Kleenex de otras chicas. Por suerte, cada vez más, las mujeres ya no creen en ataduras de por vida. Lo de las parejas abiertas y el poliamor no deja de ser una argucia más para seguir sometiendo a la mujer a un “amor” principal (al vínculo principal). El patriarcado y el falocentrismo se reinventan para que todo siga igual.

 


La soltería y la promiscuidad son la verdadera libertad.

 

 

 


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