EL VIAJE SECRETO DE LA SIRENA
Valeria tenía los ojos cerrados cuando oyó el silbido agudo y repetido. En la cala rocosa y aislada no había nadie más. Abrió los ojos y se semiincorporó apoyada en los codos. Buscó en derredor pero no vio a nadie. Se levantó al oír el silbido que se repitió de nuevo. Escuchó con atención y distinguió una forma nadando entre las blancas olas, muy cerca de la playa.
Caminó sobre la cálida arena completamente desnuda y llegó al borde, donde rompían las espumas. A pocos metros la vio; estaba moviendo los brazos. Emitió de nuevo el silbido. Una figura femenina con un largo cabello rojizo que enmarcaba un rostro sonriente emergió entre las olas nadando en amplios círculos. Valeria entendió que la llamaba. Sonrió a su vez y dejó que las burbujas cantarinas de las olas, que iban desapareciendo entre sus pies penetrando en la húmeda arena, la besasen promiscuamente con su espuma refrescante.
La otra mujer se sumergía a unos metros y volvía a aparecer chorreante de agua marina. Valeria la saludó y la otra emitió una risa cristalina, casi metálica. Se introdujo entre las olas y nadó hacia ella. Cuando llegó a su lado vio un rostro encantador, una boca carnosa y una nariz algo ancha, unos ojos de color cobalto.
La fuerza de una gran ola desestabilizó a Valeria, que se hundió y salioy a la superficie escupiendo agua salada, retirando los cabellos pegajosos y revueltos de su frente y sus ojos. Ambas se echaron a reír sonoramente. Como sucede cuando se está en el mar, el sonido fue amplio, largo, alto. La otra mujer se puso al lado de Valeria, muy cerca. Y Valeria escuchó sus palabras, sin oír; oyó dentro de sí... y se asustó. Con sus brazadas se alejó de la otra, que sonreía extrañamente. Hacia señas suaves con la mano, calmando a Valeria.
Esa voz peculiar seguía explicándole y ella la escuchaba dentro de sí, y así comenzó a contarle algo que ella desconocía; en la orilla del mar, algunas mujeres eran atraídas por las sirenas, compartiendo risas y secretos. Cada sirena establecía un vínculo especial con una mujer y Valeria era una de las elegidas.
En ese momento, ella retrocedió sobre sus pasos atraída de nuevo por el canto de aquella belleza, adentrándose segura en las aguas del mar. Al llegar a su altura la miró sonriendo.
Valeria no podía dejar de mirar esos ojos azul cobalto intensos, penetrantes, y prácticamente hipnotizada se acercó a ella.
Instintivamente comenzó a acariciar su pelo rojizo, notando un largo escalofrío cuando aquellos labios carnosos se acercaron a los suyos. El sabor a sal, el tacto de su boca, la hizo perder el sentido y la besó, momento en el cual múltiples destellos rodearon a aquellos dos seres de distintos mundos y tras esa fusión, el oceano vibró como si de un hechizo se tratase , para iniciar un nuevo ciclo de vida.
Valeria sintió de repente una nueva vida en su interior, una hija del mar y la tierra, que al llegar a la adolescencia, tendría la oportunidad de sumergirse en sus aguas. Las sirenas en ese momento la recibirán presurosas, al escuchar la llamada de sus canto, emergeran danzando, ofreciendo su sabiduría y enseñándole todo sobre la fuerza y la belleza de la vida.
A partir de ese día, cada encuentro con el mar, traerá consigo un regalo para esa joven: historias de valientes corazones y la promesa de que, al igual que sus hermanas sirenas, su descendencia crecerá libre y poderosa, siendo capaz de navegar tanto en el mar como en el misterio de la vida.
Así, maternidad y magia se entrelazan en el mar, dibujando un legado de amor y libertad en cada ola.
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