El falso concepto de la fidelidad conyugal

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Sonia, eres tan hermosa, exuberante, inteligente y de ojos tan radiantes;

que no me afectan las habladurías que de ti hacen circular los intrigantes.

Tu melena rubia al viento, tu rostro angelical y tu talle de diva del metal;

consiguen que aunque no sea espiritual, te conciba un ritual ceremonial.

 


Me encanta observar cómo a base de sentadillas, zancadas y Butt Bridge;

tus glúteos, muslos y gemelos despiertan deseos y envidias en Cambridge.

Tu nariz respingona, acompañada de unos ojos azules y labios carnosos;

hacen que tropiecen y caigan al suelo, al prendarse de ti, algunos babosos.

 


Y qué decir de tus turgentes pechos, que fueron el molde del queso de tetilla;

al hacer topless en la playa, mismo parece que se derriten como la mantequilla.

Una mujerona alta, corpulenta, motera, rockera, feminista, vegana y atea;

da mucho que hablar a liliputienses mentales a los que la pelusa les golpea.

 


Que te vieron con dos chicos musculados del gym, a la par, dándote el lote;

que incluso con una pelirroja te pillaron en el metro, ¡menudo despelote!

Que te escita descarriar a seminaristas y novicias de su destino sagrado;

que el párroco sospechaba, y tuvo algún tiempo a un detective contratado.

 


Que hasta en la residencia, donde trabajas, te lo montaste con tres octogenarios;

que los hijos están preocupados, ¡ay la herencia!, por si se quedan sin denarios.

Que eres sobrina de Cicciolina y que trabajaste con ella en la industria del cine;

que por tu alcoba pasaron italianos, franceses, checos y un argentino, El Pibe.

 


Que cuando por Covid 19 tuve que ingresar unas semanas en el hospital; 

supliste mi ausencia, con celeridad y prestancia, montando una bacanal.

Que mientras venías a visitarme a la clínica, desconsolada y compungida;

tus amantes recuperaban fuerzas, para de noche, darte la caña debida.

 


Pero no podrán con nuestro amor, a una diosa del Olimpo como tú, nadie la juzga;

aunque fuera cierto todo lo que cuentan, no hay lugar en mi corazón para la purga.

Nuestro amor incondicional, a esos liliputienses mentales, les sienta como el ricino;

pues que se enteren, sus chismorreos, no nos van a desviar de nuestro destino.

 


Si somos pareja abierta, cerrada, poliamorosa o viciosa, a nadie le importa;

que no son quién para criticar ni juzgar al vecino por cómo se comporta.

Te amo con locura y tú a mí también, ¡ea!, pues es lo que interesa;

y que no se desvelen ni maquinen tanto, por saber a quién sentamos a la mesa.

 

 


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