El falso concepto de la fidelidad conyugal
Por El Manso Embravecido
Enviado el 29/11/2024, clasificado en Poesía
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Sonia, eres tan hermosa, exuberante, inteligente y de ojos tan radiantes;
que no me afectan las habladurías que de ti hacen circular los intrigantes.
Tu melena rubia al viento, tu rostro angelical y tu talle de diva del metal;
consiguen que aunque no sea espiritual, te conciba un ritual ceremonial.
Me encanta observar cómo a base de sentadillas, zancadas y Butt Bridge;
tus glúteos, muslos y gemelos despiertan deseos y envidias en Cambridge.
Tu nariz respingona, acompañada de unos ojos azules y labios carnosos;
hacen que tropiecen y caigan al suelo, al prendarse de ti, algunos babosos.
Y qué decir de tus turgentes pechos, que fueron el molde del queso de tetilla;
al hacer topless en la playa, mismo parece que se derriten como la mantequilla.
Una mujerona alta, corpulenta, motera, rockera, feminista, vegana y atea;
da mucho que hablar a liliputienses mentales a los que la pelusa les golpea.
Que te vieron con dos chicos musculados del gym, a la par, dándote el lote;
que incluso con una pelirroja te pillaron en el metro, ¡menudo despelote!
Que te escita descarriar a seminaristas y novicias de su destino sagrado;
que el párroco sospechaba, y tuvo algún tiempo a un detective contratado.
Que hasta en la residencia, donde trabajas, te lo montaste con tres octogenarios;
que los hijos están preocupados, ¡ay la herencia!, por si se quedan sin denarios.
Que eres sobrina de Cicciolina y que trabajaste con ella en la industria del cine;
que por tu alcoba pasaron italianos, franceses, checos y un argentino, El Pibe.
Que cuando por Covid 19 tuve que ingresar unas semanas en el hospital;
supliste mi ausencia, con celeridad y prestancia, montando una bacanal.
Que mientras venías a visitarme a la clínica, desconsolada y compungida;
tus amantes recuperaban fuerzas, para de noche, darte la caña debida.
Pero no podrán con nuestro amor, a una diosa del Olimpo como tú, nadie la juzga;
aunque fuera cierto todo lo que cuentan, no hay lugar en mi corazón para la purga.
Nuestro amor incondicional, a esos liliputienses mentales, les sienta como el ricino;
pues que se enteren, sus chismorreos, no nos van a desviar de nuestro destino.
Si somos pareja abierta, cerrada, poliamorosa o viciosa, a nadie le importa;
que no son quién para criticar ni juzgar al vecino por cómo se comporta.
Te amo con locura y tú a mí también, ¡ea!, pues es lo que interesa;
y que no se desvelen ni maquinen tanto, por saber a quién sentamos a la mesa.
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