DE LOS ARREPENTIMIENTOS
Por Eunoia
Enviado el 02/12/2024, clasificado en Amor / Románticos
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DE LOS ARREPENTIMIENTOS
Jonás había vuelto a Madrid después de 17 años. Se encontró con un día de niebla y frío.
No se puede volver el tiempo atrás. Y los errores pesan. Y pesa el tiempo de los errores.
Era muy joven, los sentidos en conflicto con la pasión. La raíz en contraste con las ramas cubiertas de hojas retoñadas.
No supo qué hacer con sus deseos...; hoy lo lamenta.
Ella tenía la mirada de la miel y espesa, como aquélla, se fijó en las pupilas de Jonás. Había un misterio en su mirada. Pero algo hormonal alcanzaba los sentidos de Jonás. Deseo pasional.
Él ahora lo recuerda; la recuerda... y lamenta los abrazos perdidos, los labios que no se saciaron, las pieles que se necesitaban y no se acariciaron, la búsqueda hambrienta del cuerpo del otro, el olor que no impregnó las codiciosas pituitarias, las famélicas papilas gustativas que no saborearon, el calor mutuo, la hipnosis de las retinas encandiladas, las mejillas ruborosas, los vocablos escondidos en susurros, los contenidos jadeos, la explosión ver los gemidos... y lo que ella no le pudo enseñar del amor realizado, materializado en latidos, en suspiros de espera del siguiente encuentro.
Las oportunidades perdidas dejan un poso de orfandad, un vacío en el corazón deshinchado. La boa de la melancolía aplasta la coraza vertebral y presiona cada sístole desasistido del soplo del oxígeno. Duelen los silencios inútiles; duele la desesperación de no poder trasladarse al pasado y pedir perdón con los ojos enamorados.
No lamentaba haber perdido la oportunidad de acostarse con ella. No se dolía por no haber aceptado la invitación del gesto, de la mirada dulce, de los ojos centelleantes, por no hacer empujado aquella abierta puerta de la habitación; sino de haber pasado de largo por el pasillo tenuemente iluminado, con pasos temblorosos, las manos perladas de sudor, el corcel galopando en su pecho, el deseo subiendo por su abdomen...
La recuerda. Y recuerda el aroma de su perfume, la delicada tela de su camisón transparente. El roce de su mano en el pasamanos de caoba, el sonido casi inaudible de sus labios al decir "te espero", la gelidez paralizadora de sus piernas. El calendario señalando el 19 de noviembre; Alicia de viaje; regresaría el día 20.
Herminia sabía que Jonás y Alicia, su hija, no se entendían hacía años. En las largas tardes del verano, en las siestas somníferas de Alicia, había recorrido con Jonás las páginas de García Márquez, la poesía de Sylvia Plath, Hesse bajo las ruedas, los preludios de Chopin, Joanna Wallace y el amor mendigado, el amor frustrado, el romance de estraperlo... Los dos iban sintiendo la cercanía de los sentimientos y el juego tibio de las seductoras emociones...
Un sabor amargo, el sabor del tiempo perdido, el tiempo huido, el tiempo escarchado le llenaba la boca. Ese tiempo, el tiempo... Unos años después volvió a su memoria envuelto en la triste imagen de la lluvia de otoño. Jonás sentado bajo los castaños del Paseo de la Castellana, con las piernas separadas, los dedos de las manos enlazados se oyó decir a sí mismo "sin saberlo, yo estaba enamorado"
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