Denunciar relato
Me encontraba en un pantano, tomado de la mano de un "yo" mucho más pequeño, un niño temeroso y triste. Le pregunto si él ya lo conoce, y me responde que ya ha hablado con él. Tenía miedo; era la primera vez que lo conocería y no sabía qué esperar. Mientras caminábamos, le preguntaba cómo era, si daba miedo o si era muy grande, y el pequeño yo me respondió que él también tenía miedo.
Luego de un tiempo, nos detenemos, y mi yo pequeño dice que ya habíamos llegado. Cuando menos lo esperé, salió de las aguas un monstruo: una figura negra que duplicaba mi tamaño. Su cuerpo parecía hecho de petróleo, y lo único que destacaba era un rostro triste, pero con un aire bromista. Luego de observarlo por unos segundos, él me devolvió la mirada, y supe instantáneamente que eso era lo que estaba buscando.
Le pregunté quién era, pero no hubo respuesta. Frustrado, le repliqué, lo acusé de ser la causa de mis problemas, de todos esos pensamientos negativos que me impedían avanzar, pero seguía sin responder. Solo cuando me callé, el pequeño yo respondió por él, diciendo que no me hablaría porque era divertido no hacerlo, que me continuaría molestando y que nunca lograría despegarme de él.
Me acerqué furioso, y en lugar de atacarme o mostrar resistencia ante mi intención de pelear, él se hizo más pequeño. Todo su cuerpo temblaba, y con una voz temblorosa me pidió que no lo lastimara. Solo entonces me di cuenta de que en su rostro había lágrimas; él también lo había pasado mal. Le pregunté si su intención era lastimarme u obstaculizar mi futuro, y lo que respondió me dejó sin palabras: "Yo también quiero vivir".
No sabía qué decir o qué sentir al respecto. Luego de eso, el pequeño yo me pidió que lo tomara en brazos, y con mi brazo derecho lo subí hasta mi pecho. El yo de petróleo se acercó a mí y me extendió una mano, similar a la mía pero completamente negra. Sin pensarlo, se la tomé fuertemente. Sentía cómo el líquido escurría entre mis dedos, pero no me importaba.
Y ahí me quedé, parado. De la nada, me vi a mí mismo como en un espejo: sosteniendo a una versión inmadura y débil, a la que debo proteger, y a un monstruo del que apenas supe que existía, pero que siempre ha estado ahí, acompañándome, para bien o para mal, en los momentos más oscuros de mi vida.
Apenas me doy cuenta de lo que acabo de imaginar mientras estoy acostado en la cama. Mi corazón palpita con fuerza, no logro controlar mi respiración, y mis manos no son capaces de soltar las sábanas. Trato de mantener el control de mi cuerpo, pero no soy capaz de reaccionar. A los pocos segundos, logro tranquilizarme, y lo único que atino a hacer es mirar fijamente el techo de mi cuarto, intentando entender lo que mi cabeza acaba de crear.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales