EL SABER Y EL ORO

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                    EL SABER Y EL ORO



   Se pueden cuestionar los principios ideológicos de madurez del escritor finlandés Mika Waltari, sin dejar de valorar algunas de sus sentencias personales, como esta que pone en boca de su más famoso personaje de recreación histórica, el egipcio Sinhué: "para mí el saber es más precioso que el oro".
 
Aquí se enfrentan dos maneras de entender el mundo; dos enfoques de la vida humana; por un lado la concepción del valor del ser humano en sí, como tal ser humano, interior, la búsqueda del desarrollo personal, en su calidad; por el otro lado, la consideración de la vida humana expresada como objetivación, en su relación con las cosas, la vida humana expresada en la propiedad, en la cantidad, en la valorización de todas las cosas, de los objetos, en su exterioridad.
En el último caso, la realización humana es contemplada como realización cosificada; no es sino la desrealización espiritual del ser humano con el fin de obtener una materialidad externa, reconocida frente a otros seres humanos; es el reconocimiento del valor del individuo como individuo expresado en cantidad mesurable, en cantidad de posesión material.
En el primer caso es la posesión íntegra del individuo de su propio yo, de la forma en que contempla a sí mismo en relación a su pensamiento, a la riqueza de contenido no mesurable en valor de cambio, en riqueza material, sino en valor espiritual, y en la relación con los demás seres humanos como humanos, no transformados en personificación de los objetos, de las cosas. En esta visión del mundo, las cosas, los objetos existen para realizar el pensamiento al servicio del individuo. En el segundo caso, el individuo existe para ser contemplado por los demás individuos como poseedor de bienes materiales sin que interese otra relación con los otros seres humanos más que en su comparación cuantitativa.
Para quien "el saber es más precioso que el oro", los días y minutos de vida se disfrutan en su vinculación con los demás y con la naturaleza circundante en un intercambio sensitivo, en el predominio del mundo de los sentidos, con la finalidad de desarrollar el conocimiento de lo exterior para el gozo espiritual. Para quien el oro es más precioso que el saber, el disfrute es una incesante búsqueda del incremento de la posesión de objetos, de cosas, para el cual los demás y la naturaleza son contemplados como simples medios de valorización de la propiedad.


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