(introspección #3)
Nihj abrió los ojos desmesuradamente. La idea le pareció tremendamente obscena... y una imposibilidad.
Los ktepdianos habían penetrado en el quinto nivel de la excavación y llevaban recopilando materiales durante un año. Ahora Nihj estaba sentado junto a Ghret, la anciana jefa de las excavaciones que le miraba escrutadoramente.
—Así es. No cabe duda. Tenemos acceso a los bancos estadísticos intactos durante cinco siglos.
—Pe..., pero es algo obsceno Ghret. ¿Que civilización avanzada podría tener comportamientos tan antisociales y detestables? —la miró de hito en hito.
—Al parecer, era la forma corriente de vida. Lo recogen las crónicas en todos los formatos. Si mentalidad no es asequible desde la nuestra.
Nihj volvió a estudiar detenidamente toda la serie de documentos y se sumergió en cavilaciones... Al final, seguía sin entender el comportamiento de aquella extraña civilización. Había visionado cientos de discos, leído otros tantos documentos y analizado todo el conjunto varias veces.
No cabía dudas, aquella civilización, ya desaparecida miles de años atrás, practicaba unos ritos desconsoladores. Se centraba en una forma de relaciones de carácter individualista, en pequeños núcleos relacionados entre sí por un intercambio económico bajo una forma de prestaciones sociales similares a la servidumbre. La célula social básica era lo que llamaban familia, y se componía generalmente de dos individuos adultos y otros que no lo eran, casi siempre concebidos en esa relación que era pública y conocida por todos.
Nihj cuando comprendió el hecho de que los individuos adultos convivieran bajo un mismo lugar y allí concibieran sus descendientes, incluso cuando ya habían tenido otros descendientes le hizo sentir un asco moral profundo. Para un ktepdiano, el hecho de imaginar que se pudiera llevar a cabo el acto sexual procreador junto a descendientes conocidos le provocaba una grandísima repulsión. Era una inmoralidad imposible ver asimilar en la cultura ktepdiana. Todos los habitantes del lugar de convivencia tenían perfecto conocimiento de que los adultos que vivían con ellos tenían intercambio sexual con la finalidad de engendrar hijos particulares. En algunos casos, descubrió, algo que era también obsceno; los descendientes eran adquiridos de algún modo en algún lugar público.
En el mundo ktepdiano, con su cultura comunitaria, donde los descendientes eran considerados hijos de toda la sociedad, y donde el sexo era completamente libre de toda atadura que no fuera el deseo, y se llevaba a cabo en las habitaciones particulares de cada cual, resultaba incomprensible la idea de posesión de los descendientes y de un lugar de convivencia individual.
Nihj apartó de sí los documentos y discos, miró a Ghret y comentó:
—Realmente, hermana, se trataba de una civilización arcaica, decadente y sin futuro.
Ghret le acercó la jarra de juriash y, mientras bebía de su vaso. Nihj se sirvió y bebió sumido en meditaciones. En el horizonte aquel único sol se iba hundiendo dejando que la desnudez oscura del Cosmos infinito se adueñara del viejo planeta deshabitado.
Indudablemente, concluyó mentalmente, los caminos para alcanzar la felicidad son un arcano, que dependen de la capacidad de encontrar lo bello incluso en la aridez de un desierto polvoriento. Sin embargo, sintió un estremecimiento en la espalda y un cosquilleo en el estómago cuando recordó la mirada alegre y sorprendida de una niña que buscaba sus zapatos, con unos bellísimos ojos que mantendría todo el resto de su larga vida.
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DE LOS SORPRENDENTES OJOS DEL AMANECER
Por Jasper
Enviado el 08/12/2024, clasificado en Varios / otros
97 visitas
(introspección #3)
Nihj abrió los ojos desmesuradamente. La idea le pareció tremendamente obscena... y una imposibilidad.
Los ktepdianos habían penetrado en el quinto nivel de la excavación y llevaban recopilando materiales durante un año. Ahora Nihj estaba sentado junto a Ghret, la anciana jefa de las excavaciones que le miraba escrutadoramente.
—Así es. No cabe duda. Tenemos acceso a los bancos estadísticos intactos durante cinco siglos.
—Pe..., pero es algo obsceno Ghret. ¿Que civilización avanzada podría tener comportamientos tan antisociales y detestables? —la miró de hito en hito.
—Al parecer, era la forma corriente de vida. Lo recogen las crónicas en todos los formatos. Si mentalidad no es asequible desde la nuestra.
Nihj volvió a estudiar detenidamente toda la serie de documentos y se sumergió en cavilaciones... Al final, seguía sin entender el comportamiento de aquella extraña civilización. Había visionado cientos de discos, leído otros tantos documentos y analizado todo el conjunto varias veces.
No cabía dudas, aquella civilización, ya desaparecida miles de años atrás, practicaba unos ritos desconsoladores. Se centraba en una forma de relaciones de carácter individualista, en pequeños núcleos relacionados entre sí por un intercambio económico bajo una forma de prestaciones sociales similares a la servidumbre. La célula social básica era lo que llamaban familia, y se componía generalmente de dos individuos adultos y otros que no lo eran, casi siempre concebidos en esa relación que era pública y conocida por todos.
Nihj cuando comprendió el hecho de que los individuos adultos convivieran bajo un mismo lugar y allí concibieran sus descendientes, incluso cuando ya habían tenido otros descendientes le hizo sentir un asco moral profundo. Para un ktepdiano, el hecho de imaginar que se pudiera llevar a cabo el acto sexual procreador junto a descendientes conocidos le provocaba una grandísima repulsión. Era una inmoralidad imposible ver asimilar en la cultura ktepdiana. Todos los habitantes del lugar de convivencia tenían perfecto conocimiento de que los adultos que vivían con ellos tenían intercambio sexual con la finalidad de engendrar hijos particulares. En algunos casos, descubrió, algo que era también obsceno; los descendientes eran adquiridos de algún modo en algún lugar público.
En el mundo ktepdiano, con su cultura comunitaria, donde los descendientes eran considerados hijos de toda la sociedad, y donde el sexo era completamente libre de toda atadura que no fuera el deseo, y se llevaba a cabo en las habitaciones particulares de cada cual, resultaba incomprensible la idea de posesión de los descendientes y de un lugar de convivencia individual.
Nihj apartó de sí los documentos y discos, miró a Ghret y comentó:
—Realmente, hermana, se trataba de una civilización arcaica, decadente y sin futuro.
Ghret le acercó la jarra de juriash y, mientras bebía de su vaso. Nihj se sirvió y bebió sumido en meditaciones. En el horizonte aquel único sol se iba hundiendo dejando que la desnudez oscura del Cosmos infinito se adueñara del viejo planeta deshabitado.
Indudablemente, concluyó mentalmente, los caminos para alcanzar la felicidad son un arcano, que dependen de la capacidad de encontrar lo bello incluso en la aridez de un desierto polvoriento. Sin embargo, sintió un estremecimiento en la espalda y un cosquilleo en el estómago cuando recordó la mirada alegre y sorprendida de una niña que buscaba sus zapatos, con unos bellísimos ojos que mantendría todo el resto de su larga vida.
(gracias a las objeciones de M)
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