La chica de la ventana

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Enviado el , clasificado en Intriga / suspense
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Todas las tardes, al salir del instituto, Pedro para llegar a su casa suele atajar yendo por un sendero que atraviesa un bosque. A unos 100 m de distancia de la pista hay un chalet al que no solía prestar demasiada atención. Hasta que un día observó que a través de una ventana del piso superior se percibía la silueta de una chica que se estaba cepillando su melena. Entonces decidió aproximarse unos metros para contemplarla mejor. Era tan hermosa que parecía que irradiaba, hasta daba la sensación de que transparentaba y todo. Era como un ángel. Se estiraba su melena rubia con un cepillo. La chica llevaba un camisón azul.

 


Desde entonces, Pedro, no dejaba pasar ni una tarde sin desviarse del sendero para observar, aunque fuera por cinco minutos, a aquella chica. La luz de su habitación siempre estaba encendida y la chica, sentada frente a un tocador, se peinaba su melena.

 


Pedro estaba obnubilado por la belleza de aquella dama. Lo separaba del chalet solamente cinco metros. Se atrevió a bracear de forma ostensible, para intentar captar su atención y que se diera cuenta de su presencia, pero nada. Cogió unas piedrecitas y las dirigió al cristal de la ventana, para ver si así con el sonido del golpe la chica se daba cuenta de su presencia, pero la dama angelical seguía ensimismada en su faena.

 


A Pedro le sorprendía la meticulosidad de los gestos de la chica. Actuaba con tal perfección y planificación, que mismo pareciere que se repetía la misma escena, una y otra vez, todas las tardes. Su cepillado del pelo, su camisón azul, etc.

 


Pedro tenía que idear la forma de conocerla, contactar con ella como fuera.

 


Sacó coraje y una tarde se atrevió a tocar el timbre de la casa de su amor platónico. Abrió la puerta una mujer de mediana edad, debía ser la madre.

 


--Hola. Buenas tardes –farfulló, todo nervioso, Pedro--. Venía a presentarme a su hija y a invitarla a ir al baile que se va a celebrar el próximo fin de semana, si a usted no le desagrada.

 


--Pero, ¿qué broma de mal gusto es esta? Mi hija falleció hace un mes. Váyase y deje de molestar si no quiere que avise a mi marido.

 


Pedro se quedó de piedra. Un sudor frío comenzó a recorrer su frente. ¿Qué estuvo viendo todo ese tiempo?

 


A la tarde siguiente volvió a acercarse al chalet, para observar la ventana de la habitación de su dama. Estaba a oscuras. No se veía nada. Perseveró durante un tiempo en seguir observando el chalet, por si la chica hacía acto de presencia. Pero la dama no volvió a vislumbrarse. Pareciera que por el hecho de haberse atrevido a tocar el timbre e intentar conocerla se hubiera roto el hechizo.

 


Pedro, muy a su pesar, se dio por vencido y dejó de visitar a aquel chalet. Incluso cambió de ruta, aunque tuviera que hacer mayor recorrido.

 

 

 


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