¡Una verdadera deidad a la que adorar y venerar!

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Todas las noches tengo la obligación,
aunque sería mejor decir la necesidad,
de adorarte y venerarte.
Durante tres horas repaso todo tu cuerpo,
desde esa hermosa y perfumada melena rubia
hasta la punta de los dedos de tus excelsos pies.

Sumergir mi rostro en tu linda cabellera,
paladear y oler esa inmensidad dorada
es como adentrarse en el océano.
Te beso la frente.
Lamo y saboreo tus párpados, orejas, nuca, cuello,
mejillas, boca.
Envuelvo con mis labios tu respingona nariz.

Te suenas tres veces dentro
usando mi boca a modo de Kleenex.
Yo recojo tu moquillo,
lo paladeo y lo trago como néctar producido por la diosa que eres.

Sigo bajando por tu cuerpo de escándalo.
¡Esos hombros!

Más abajo me encuentro con tus turgentes pechos.
Unas deliciosas peras con sus delicados pezones.
La Ley de la Gravedad no impera en estas majestuosas tetas.
Las masajeo, beso y chupeteo.

No me olvido de tus sensuales brazos y tus finas manos.
¡Esos deditos no me canso de chuparlos!

Sigo bajando y allí están el ombligo y tu vientre plano.
¡Qué delicia para mis sentidos!

Te das la vuelta y me encuentro con una espalda en la que podría pasarme días
enteros,
masajeando y saboreando cada centímetro,
palpando con mi lengua cada uno de los discos de tu columna vertebral.

Más abajo. ¡Qué me encuentro!
Dos medias lunas, dos panes. ¡Vaya culazo!
Amaso aquellas carnes con pasión.
Acerco mi cara y mordisqueo y saboreo aquellos panes exquisitos.
Con mis manos separo las dos orillas que ocultan el misterioso agujero negro.
¡Lo lamo y succiono!
Lamo también el surco interior en toda su longitud,
desde el perineo hasta casi la cintura,
bien en profundidad y con gran devoción.

Te vuelves a dar la vuelta y me encuentro con el Monte de Venus.
¡Aunque lo de monte es un decir!
Solo unas finas líneas de bello púbico
a modo de grafía asiática adornan el pubis.
Me zambullo en aquella almeja rosada
a la que morreo incansablemente
hasta provocarte tus dos orgasmos de rigor.

Seguí bajando y descubro unos muslos y
pantorrillas esculpidas por muchas horas de gym.
Acordándome de que en público tengo que
reprimir mis impulsos de besar y lamer tus largas y musculosas piernas
cuando las luces con una sexy minifalda,
ahora en privado nada me frena,
sacio mi hambre y me las como enteras.

Y ya llegados a tus pies
me postro ante ellos.
Me tumbo en el suelo a modo de fiel felpudo.
Espero a que poses tus pies de forma alterna sobre mi rostro.
Chupeteo cada dedito y lamo las plantas
provocándote cosquillitas y haciéndote reír.

Tres cortas pero intensas horas diarias venerando y adorando a
una verdadera deidad a la cual no me canso de complacer.
¡Porque tú lo vales!


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