DIALÉCTICA DE LOS ABRAZOS

          DIALÉCTICA DE LOS ABRAZOS

Carlota llegaba apresurada en el taxi que la trasladó a la estación del Norte.Trini volvía esa soleada mañana de cielo azul sin una sola nube pero fría.
La había echado de menos dolorosamente y su corazón se desbocaba, por miedo a llegar tarde debido al tráfico.
Trini apareció en ese mismo momento arrastrando su maleta malva. Una sonrisa de luna llena se dibujó en su boca y corrió hacia Carlota, que la recibió levantándola del suelo. Carlota es más robusta y alta. Se besaron las mejillas, el cuello, la boca, y ambas se fundieron en un largo abrazo y un cálido apretón. Trini se cogió de la ancha cintura de Carlota y las dos suspiraban mientras se sentaron en el interior del taxi. Sus ojos enamorados despedían un halo de ternura.
Era una noche luminosa, las luces de la ciudad parpadeaban como sus corazones, llenos de promesas y susurros. El conductor, ajeno a su mundo, siguió el recorrido marcado; pero ellas solo veían los reflejos de su amor en la ventanilla. Entre risas y miradas cómplices, el tiempo se detuvo y cada kilómetro se volvió un poema. Ambas, sin pensarlo, se fundieron en un cálido beso "te he echado mucho de menos". Trini acariciaba la mejilla enrojecida de Carlota y sonreía. Su rubor era algo que siempre le gustó de ella. Apoyó su cabeza en su hombro mientras el taxi avanzaba por la capital, su olor a perfume hizo que una sensación de plenitud la invadiera y sintió que no necesita nada más, que estar con ella para siempre.
 Al llegar a su destino, el taxi se convirtió en un refugio de secretos compartidos, donde el deseo de un nuevo amanecer quedó grabado en el aire, desde ese momento hasta la eternidad.