Francisco, mi vecino de al lado (1ª parte)

Por
Enviado el , clasificado en Adultos / eróticos
1267 visitas

Marcar como relato favorito

Acababa de mudarme. Un pequeño apartamento cerca de mi trabajo. Soy la nueva secretaria de un bufete de abogados y aunque reconozco que mi físico me ayudó mucho a conseguir el puesto, creo que les puedo demostrar que no soy solo una cara bonita. Perdón, aún no me he presentado. Me llamo Clara y tengo veintidós años. Esbelta, mido 1.70 y peso 58 kilos. Tengo un pelo rubio largo que es uno de mis orgullos, además de mis ojos verdes y un bonito trasero. En conjunto, soy la típica secretaria que cualquiera podría imaginar en sus fantasías más tópicas.

Estaba acarreando maletas y bolsas a mi nuevo piso cuando conocí a Francisco, mi vecino de la puerta frente a la mía. Enseguida se brindó a ayudarme. "Entre dos será más rápido", dijo sonriendo, "y además no se estropeará esas uñas tan bonitas" Le devolví la sonrisa y acepté su ayuda encantada, no podía más de cansancio. 

Francisco era un hombre de unos sesenta años que aún poseía cierto atractivo que sin duda había tenido de joven. Se mantenía en buena forma, sin sobrepeso y con un abundante cabello negro en el que empezaban a aparecer algunas canas que le daban un toque interesante. Comprendí también que era una especie de don Juan por la manera en que me miraba, admirando mis curvas sin disimulo alguno y pendiente de pequeños detalles, como mis uñas, para decir el cumplido oportuno. En el fondo, me hizo gracia y me sentí halagada. A nadie le amarga un dulce.

Con el tiempo, nos hicimos amigos. Era raro que no me lo tropezara cuando regresaba del trabajo. Incluso llegué a pensar que me esperaba a propósito para verme y siempre con un piropo en los labios. Nada soez o vulgar, Fran, como me pidió que lo llamara, siempre resultaba elegante y correcto.

Algunas veces cenábamos juntos y pronto se fue convirtiendo en un confidente, una figura casi paternal para mí que me aconsejaba sobre problemas en mi trabajo o con mis amigos. Bueno, con uno en especial, Carlos, que era como un novio. No había nada especial ni promesas de futuro, pero teníamos una relación que ya duraba seis meses y creo que él se la tomaba más en serio que yo.

Algunas veces, Fran se ponía algo picante y sacaba temas de conversación íntimos, como cuando me preguntaba por mis relaciones con Carlos, que hacíamos en la cama, si era un buen amante y me satisfacía por completo... Yo me lo tomaba con humor, era la clase de conversación que se tiene con una amiga, pero no con alguien que podría ser mi padre. Pero aun así a veces le contaba algún detalle, no sé bien porqué. Creo que me gustaba ver su cara mientras me escuchaba, sentir que en el fondo se excitaba un poco, volviendo por unos instantes a sentirse más joven.

Lo habitual, sin embargo, era que me alabara, que me dijera lo guapa que estaba con una ropa o lo suave que tenía la piel.... Su lado de conquistador no dejaba de salir en cada conversación y yo me dejaba mimar; era solo un vecino solitario que fantaseaba conmigo y que recreaba a veces sus buenos tiempos a mi lado. No pensaba que hubiera nada de lo que debiera preocuparme.

Pero un domingo, estaba en la ducha cuando oí que llamaban a la puerta. No esperaba a nadie, pero tal vez se tratara de Carlos, que a veces se presentaba de improviso. Dando por hecho que se trataba de él, me puse una toalla alrededor del cuerpo y abrí la puerta. Era Fran.  

Me quedé sorprendida y algo incómoda, pues estaba toda mojada y la toalla solo me cubría el torso, dejando casi mi vagina al aire. Tiré de la toalla hacia a abajo instintivamente mientras Fran entraba en casa y cerraba la puerta. Fui retrocediendo mientras intentaba ser amable con él, pero pidiéndole que volviera luego, cuando me hubiera vestido. Fran seguía avanzando despacio, sus ojos clavados en mi cuerpo, fascinado por lo que veía y por lo que podría ver con solo quitarme esa toalla. 

Retrocediendo, llegué al borde de la encimera de la cocina. Fran sonreía mientras seguía acercándose y me decía que estuviera tranquila, que era él, su vecino, su amigo. Cuando estaba a solo unos centímetros, instintivamente eché el cuerpo hacia atrás, hasta que mi espalda tocó la pared, pero mi culo estaba contra la encimera, de manera que dejé totalmente expuesto mi sexo, adelantado. Entonces Fran se apoyó contra mí y sentí entonces su pene erecto presionar mi vientre. Casi podía notar sus latidos, cargado de sangre, con una erección brutal.

"Fran, no", dije casi en un susurro. Me di cuenta que mis palabras carecían de fuerza, no podía gritar ni protestar, solo podía casi suplicarle que se detuviera. Pero esa frase no sonaba convincente y dudo que nada habría detenido a ese hombre. Sus ojos desbordaban de pasión, de lujuria.


¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales

Denunciar relato

Comentarios

COMENTAR

(No se hará publico)
Seguridad:
Indica el resultado correcto

Por favor, se respetuoso con tus comentarios, no insultes ni agravies.

Buscador

ElevoPress - Servicio de mantenimiento WordPress Zapatos para bebés, niños y niñas con grandes descuentos

Síguenos en:

Facebook Twitter RSS feed