Un viaje inolvidable

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Fue un hermoso festejo por los cincuenta años de mi amigo. Un hermoso salón, y por supuesto, mucha bebida, de todo tipo.

Una buena excusa para volver a ver a tanta gente querida. Casi cincuenta personas pasamos una noche inolvidable. Este salón de fiestas se encontraba algo alejado de casa y con mi esposa fuimos en taxi. Para la vuelta estaba pensado hacerlo de la misma manera.

Llegó el momento de las despedidas. Debo confesar que yo había bebido de más, lo que había originado alguna discusión con Estela, mi esposa. Quise pedir un taxi, pero uno de mis amigos, que había ido en su auto, se ofreció a llevarnos. Por supuesto que yo acepté gustoso. También iban otros dos amigos, los cuales entraron al auto, se ubicaron en el asiento de atrás y automáticamente cayeron dormidos debido a su borrachera. Estela se acomodó en el asiento del acompañante y yo me senté justamente atrás de ella. Ella estaba molesta conmigo y por lo tanto casi no me hablaba.

Al momento de empezar a andar, llegó corriendo Cynthia, bastante ebria, y le rogó a mi amigo que la llevara también. Éste trató de explicarle que ya no había lugar, pero ella le dijo que como sea se iba a acomodar, que no se preocupe. Dicho esto, abrió la puerta de atrás del auto y vio a mis dos amigos totalmente dormidos y con un “¡Permiso!” entró de mi lado y se sentó en mis rodillas. Cynthia, con sus 30 años, es la mejor amiga de mi esposa y con ella tenemos mucha confianza, por lo que Estela no se puso celosa. Ella es muy blanca, de 1,60 metros aproximadamente (baja), de cabello negro, largo y con rulos y de complexión mediana. Sus tetas son realmente grandes y generalmente usa pronunciados escotes, lo que la hace ver muy sexy. Está casada y tiene una hija de seis años.

No voy a negar que me sentí muy feliz cuando se sentó en mis piernas. A pesar de haber tomado de más, no pude contener una erección al sentir su cola al apoyarse en mí. Rogaba que no se dé cuenta, pero ella se sentó y casi inmediatamente se reclinó hacia atrás hasta apoyar su espalda en mi pecho, y se quedó dormida. Cynthia estaba sudada pero su piel olía muy bien. Vestía una camisa blanca y un pantalón azul, de ésos que les quedan bastante sueltos.

Salimos a la ruta y el auto quedó completamente a oscuras, apenas iluminado por la tenue luz del tablero y de la radio, que estaba encendida y pasaba música romántica. A los pocos minutos, todos dormían (menos el chofer, por supuesto jajaja), incluso Estela. Seguramente jamás volvería a estar tan pegado al cuerpo de Cynthia, así que decidí aprovechar la ocasión. Yo venía con mis manos en su abdomen, por encima de su camisa, por supuesto. Ella parecía estar profundamente dormida, por lo que empecé tímidamente a acariciar su panza. De a poco fui tomando más coraje y con gran disimulo, desprendí los dos botones de abajo de su camisa y pasé muy despacio las yemas de mis dedos por su suave piel y su ombligo. De más está decir la gran erección que yo tenía en ese momento y animado por su falta de reacción, ante un pequeño salto del auto por un bache, la acomodé para que quede sentada justamente encima de mi pene. Continué con mi mano en su abdomen y empecé a subir hasta llegar al límite que me marcaba su corpiño. Con delicadeza toqué sus tetas a través de su sostén, hasta sentir sus pezones. Afortunadamente su corpiño no era de ésos muy apretados, lo que me permitió meter mi mano por debajo y logar el tan ansiado trofeo. Aparentemente sus pezones eran pequeños y comencé a jugar con ellos con la yema de mi dedo, cada vez más rápido. Era realmente muy excitante estar tocando los pezones de la mejor amiga de mi esposa. Esos pezones que tantas veces deseé. Cynthia seguía muy dormida pero ya faltaban pocos minutos para el final de nuestro recorrido, por lo que decidí aventurarme un poco más. Como dije antes, su pantalón era de ésos muy sueltos, así que empecé a meter muy despacio mi mano. Obviamente al estar ella sentada, era bastante incómodo hacerlo y me limitaba mis movimientos. Imaginaba encontrar una tanga al ir bajando por su pubis, pero al tocar el elástico noté que, si bien no era una tanga, era una bombacha bastante pequeña. Color no me pregunten porque estaba todo oscuro y mi posición no me permitía ver nada. Todo el trabajo lo hacían mis dedos. Metí mi mano y fui bajando hasta donde pude. Ella estaba totalmente depilada. No pude meter mis dedos en su vagina, como me hubiese gustado porque ella estaba sentada, pero pude tocar el comienzo de su conchita y ahí pasé mis dedos y los metí un poquito. Estaba húmeda y eso me excitó aún más. A veces Cynthia se movía, pero para tranquilidad mía, sólo era para acomodarse y seguía durmiendo. Llevé a mi nariz mis dedos húmedos de su sexo y los olí. Olían muy bien ...y los chupé.

Obviamente con todo esto, yo había acabado, mojando abundantemente mi bóxer al sentirla de esta manera. Con algo de esfuerzo metí mi mano debajo de mi pantalón y mojé mis dedos con mi leche y se la acerqué a su boca, que permanecía entreabierta. Metí mis dedos en su boca y ella en un acto reflejo los chupó.

Faltaba muy poco para llegar, así que con gran cuidado acomodé su ropa, y me recosté haciéndome el dormido, pero con una gran excitación por lo que acababa de suceder.

Con Estela fuimos los primeros en bajar, ya que el dueño del auto seguía su recorrido con el resto de los pasajeros. Al llegar a destino, hice como que me despertaba y no sabía dónde estaba. Desperté a Cynthia y le dije que se pase para adelante, que yo debía bajar ya.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue ir al baño a cambiarme el calzoncillo y lavarme muy bien para que no sospeche nada mi esposa.

Un par de días después, estaba yo en mi oficina el día lunes y me llegó un mensaje de Cynthia. Me llamó la atención porque ella no acostumbre escribirme. El mensaje en cuestión decía:

“Hola. Espero que estés bien. Después de dos días de pensarlo, me animé a escribirte con respecto a lo que pasó en el auto al volver del cumple. No creas que no me di cuenta de lo que hiciste. Pero no te asustes, no se lo voy a contar a Estela. Vos sos casado, yo soy casada, y no quiero que ésto arruine nuestros matrimonios. No te voy a negar que disfruté cada segundo de ese viaje, pero no debió haber pasado…. todo fue producto del alcohol. Jamás volverá a suceder. Por favor, borra de tu memoria ese viaje. Yo lo haré. Por el bien de nuestras familias. Cuando nos volvamos a ver, voy a hacer de cuenta que nunca pasó nada. Por favor te pido que hagas lo mismo. Cuídate.”


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