Oda a la golfa de mi chica

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Para ti todos los días son sabadete;
aunque no siempre conmigo apagas tu lujuria;
me aparcas y usas en días de lluvia;
y prefieres que otros podencos penetren tu ojete.

Probarlas de todos los tamaños y colores,
torcidas o rectas y con gordos cojones.
Circuncidadas o con prepucio te es indiferente,
lo mismo opinas de lo que piense la gente.

No hay nada que más te ponga cachonda;
que empalarte, clavarte, follarte un buen rabo;
en coño u ojete coloreado y bien empolvado;
zumbarte a buen ritmo a quien se te imponga.

Ahorrarte el aeróbic con un folleteo,
agitar las caderas con un buen meneo.
Subiendo, bajando, sintiéndolo bien,
ya sudas lo tuyo, te cae por la sien.

Te ponen los machos bien musculados;
con pollas acordes al resto del cuerpo;
fibrosas y largas. Bribona, ¡qué almuerzo!;
les lames los huevos, también sus muslazos.

Te comen el chichi con gran parsimonia,
te quedas muy quieta, sin ser una momia.
Te corres, te meas, los guarros lo beben,
tus caldos son ricos, ¡para que luego se quejen!

Desean llenarte la cara de esperma;
soltarte sus chorros a modo de ducha;
te arrodillas, te acercas y les coges la trucha;
sacudes con fuerza y ya se va el pelma.

Conmigo lo haces en plan delicado,
te monto a lo perra o tú a caballo.
Te corres, me corro y sin más miramientos,
te duermes a un lado soñando con miembros.


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