Sin control (3ª parte)
Por Jerónimo
Enviado el 20/12/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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Acababa de vestirme y maquillarme cuando apareció de nuevo Iván, pero no venía solo, lo acompañaba aquella hermosa mujer morena que me había masturbado en la fiesta. Comprendí que había sido otra prueba a la que me había sometido Iván, pero no me enojó, el recuerdo de la habilidad de aquella mujer hacía que me sintiera más bien agradecida, por el momento en el baño y por lo que estaba por suceder.
- "En la fiesta, Olga te dio un bonito regalo, creo que es hora de que se lo agradezcas como es debido"
Asentí con la cabeza mientras me acercaba a Olga y le quitaba el abrigo. Debajo llevaba una blusa blanca ajustada bajo la que sus grandes tetas luchaban por salir. Abajo, una falda corta, negra, que me permitía disfrutar de sus fuertes muslos, firmes, de mujer que se cuida en el gimnasio, enfundados en unas sensuales medias negras.
La tumbé al borde de la cama y le pedí que se subiera la falda. Le abrí las piernas y comprobé que, salvo un liguero de encaje que sujetaba las medias, no llevaba nada más. Metí mi cabeza entre aquellos maravillosos muslos y empecé a comerle el coño con pasión. Era algo que nunca había hecho antes, pero en ese momento me parecía natural y excitante. Y más al verla reaccionar a mi trabajo. Olga gemía despacio, su respiración se entrecortaba, sus manos se agarraban a la colcha, como si estuviera a punto de caerse por un precipicio. Yo estaba realmente excitada y aproveché para hacerme un dedo mientras mi lengua viajaba por todos los rincones de su sexo. Nos corrimos casi al mismo tiempo, ella dejándose caer en la cama y yo tumbándome en la alfombra, contenta y saciada.
Iván, sin perder detalle, había estado masturbándose, pero sin llegar al final. Ahora era él quien entraba en acción. Me llevó a la cama y me tumbó boca abajo. Olga me agarró las manos que me había extendido más allá de mi cabeza. Sentí a Iván colocarse detrás de mi.
- "Vas a probar algo diferente"
Y entonces lo comprendí, iba a follarme por el culo. Me lo lubricó con algo de gel que había cogido del baño y me metió la punta del pene. Di un respingo, pero estaba tan excitada que no tenía miedo, solo deseaba que empezara ya a follarme, que me hiciera disfrutar como lo había hecho en la fiesta. Y no me defraudó. Iván fue abriéndose camino con precisión, sin prisa, hasta que consiguió meterla entera. Olga parecía disfrutar casi tanto como él, pues se había puesto de rodillas frente a Iván y lo besaba con pasión. Entonces Iván empezó a follarme en serio, con golpes precisos, marcando el ritmo, dejando que gozara de su polla y del dolor, todo al mismo tiempo, hasta que tuve un orgasmo intenso, largo y profundo. Mi esposo me había follado por el culo alguna vez, pero jamás había tenido ese control y esa maestría. Iván había llegado a lo más profundo y me había sacado todo el placer que podía soportar. Y, sin embargo, no había terminado esa experiencia. Iván había evitado correrse y mientras bajaba a comer algo, dejó que Olga hiciera su trabajo.
La mujer me desnudó con delicadeza, acariciándome allí donde sabía que me procuraría más placer. Los besos sucedían a las caricias y sus manos me recorrían de arriba a abajo, erizándome la piel. Después de dejarme un beso intenso en los labios, Olga descendió a los pechos, chupando y mordiendo los pezones, procurándome un placer intenso. Mis gemidos llenaban la habitación, estaba disfrutando de los placeres que solamente una mujer sabe dar a otra mujer. Olga era una experta y cuando empezó a descender desde el pecho a mi vagina, los nervios por lo que sabía que iba a experimentar me sacaron un grito de placer descontrolado. Cuando su boca alcanzó mi vagina, la lengua de Olga empezó a moverse nerviosa como una serpiente diminuta, recorriendo los labios y el clítoris, entrando y saliendo mientras sus dedos pellizcaban mis pezones. Todo ello era increíblemente estimulante y me corrí con violencia, entre sudores y gemidos. Entonces, finalizado su cometido, Olga se apartó dejando sitio para que Iván me penetrara. Me embistió con fuerza, de nuevo con una urgencia de macho necesitado, de amo y dueño de mi cuerpo. En menos de dos minutos me había corrido de nuevo provocando que Iván se vaciara dentro de mí al mismo tiempo.
Tras asesarse y vestirse, Olga e Iván se pusieron los abrigos dispuestos a marcharse. Yo seguía acostada en la cama, exhausta y satisfecha. Se despidieron lanzándome un último beso. Mientras los oía bajar las escaleras, estaba ya pensando cuánto tiempo habría de esperar hasta su próxima visita.
Iván me había sometido. Era suya.
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