Sin control (final)
Por Jerónimo
Enviado el 20/12/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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Elegía a Nadia, una impresionante rubia natural de más de un metro ochenta y unas caderas de vértigo, y a Sofía, una mujer de rasgos orientales experta en masajes, según decía. Subimos a un bonito cuarto decorado con esmero y una cama enorme cubierta de pieles. Entre las dos, empezaron a desnudarme mientras me besaban alternándose. Sus labios eran dulces y te envolvían con unas fragancias cálidas. Iban quitándome las prendas una a una, tomándose el tiempo de lamerme y besarme ahí donde la ropa desnudaba alguna parte de mí. Entre caricias, me llevaron a la cama, ya completamente desnuda. Nadia empezó a besarme, en los labios, el cuello, los pechos, dejándome temblando de placer mientras Sofía me sumergía en mi vagina y la lamía sin tregua. Antes de darme cuenta, me había corrido en su cara, retorciéndome de gusto mientras Nadia llenaba mi boca con su lengua. Cuando me recuperé del orgasmo, sentí unos deseos irrefrenables de follarme a esas bellezas. Nunca me habían atraído las mujeres de esa manera, pero en ese momento, presa de los efectos de la pastilla y saciada por esas mujeres, no pude resistir las ganas de poseerlas también. Les pedí que se desnudaran y besé con determinación a Nadia mientras introducía mis dedos en su vagina. La excitación de verla retorciéndose de placer era inmensa. Además, Sofía no se había quedado quieta y masajeaba con firmeza las hermosas tetas de Nadia, que cerraba los ojos y se mordía el labio dejando que un orgasmo violento la dejara rendida a nuestros pies.
Entonces Sofía y yo empezamos a besarnos. Sofía mordía mis labios y me sobaba los pechos mientras yo metía mi lengua lo más profundo que podía en su boca. Entonces, Sofía se giró y descendió con su boca hasta mi vagina, al tiempo que me exponía la suya a la altura de mis labios. Comenzamos a lamernos al unísono, en una explosión de deseo y lujuria. Su coño húmedo y depilado me resultaba delicioso y notaba cómo se iba acercando al momento del éxtasis. Cuando llegó, Sofía explotó en un gemido, dejando de chuparme el coño, incapaz de continuar. Pero la hermosa Nadia, atenta a nuestro juego, llegó a tiempo para terminar el trabajo de su compañera, dejándome al fin saciada y extenuada, sudando y chorreando tras un orgasmo delicioso.
-"¿Disfrutaste del regalo?", me preguntó Iván cuando me reuní con él. sin pronunciar palabra, le besé con pasión en los labios. Me había proporcionado uno de los momentos más increíbles de mi vida y no podía negar que, a pesar de todo, empezaba a estarle agradecida.
Iván me había convertido en una mujer diferente. Nunca habría imaginado que el placer pudiera ser tan intenso y que una simple píldora pudiera cambiar mi vida para siempre. Era una puta, la puta de Iván. Y disfrutaba de cada experiencia con pasión.
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