Francisco, mi vecino de al lado (Final)

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Llegué a mi apartamento un sábado por la mañana. Fran vino por la noche. Dudé unos instantes antes de abrir. Pero el poder de mi vecino sobre mí seguía intacto y le abrí la puerta, consciente de que estaba entregándome a él una vez más.

"Te noto cambiada", dijo. No sé qué poder había adquirido ese hombre sobre mí, pero me encontré contándole mi experiencia con Nuria.  

Dispuesto a recuperar el tiempo perdido, Fran me ordenó que le hiciera una felación ahí mismo. Me arrodillé y saqué su miembro, aún algo flácido y lo metí en mi boca. El sentir cómo se iba empalmando mientras lo lamía y lo chupaba me humedeció la vagina casi al instante. Fran cerraba los ojos y se concentraba en la mamada, disfrutaba y yo notaba como tenía que contenerse evitando correrse. Me encantaba darle placer. Al fin, me separó la boca a tiempo. Era evidente que la noche solamente acababa de comenzar.

A continuación, me llevó a la habitación y me ordenó que me quedara sentada en la cama solamente con unas medias y una venda sobre los ojos. Obedecí expectante y excitada. Su imaginación para dar placer parecía no tener límites. En sus manos me sentía expuesta e indefensa y eso me excitaba más de lo que podía confesar.

Pasaron unos minutos en que toda la casa quedó en silencio. Pero me pareció escuchar algún ruido abajo, como si alguien cerrara la puerta. Pero nada se movía, así que pensé que eran imaginaciones mías. Entonces, noté una mano en mi muslo que empezaba a acariciarlo con suavidad. Mi respiración se aceleró. Otra mano se posó en mi otro muslo y ambas empezaron a acariciarme a la vez, subiendo hasta la vagina, pero sin llegar a tocarla aún. Las caricias se repetían, volvían a rozar mi coño y retrocedían de nuevo, haciendo que me sintiera indefensa y expectante, aguardando y deseando el momento en que al fin me abordaran sin esperas. Entonces, esas manos me empujaron hacia atrás, cayendo de espaldas en la cama. Acto seguido, me abrieron las piernas y enseguida noté una lengua jugando con mi clítoris y chupando mis flujos. ¡Por dios! ¡Qué placer! Aquella boca jugaba con una habilidad desconocida para mí, provocándome un placer inmenso que me hacía arquear la espalda mientras mis manos se aferraban a la colcha intentando controlar lo incontrolable. En menos de nada, me había corrido sin control. Aún estaba respirando con dificultad cuando noté que una boca, la misma que me había follado, me besaba con furia. Descubrí entonces que quién me había hecho gemir de placer con tanta fuerza era una mujer. Su aroma era inconfundible, la delicadeza de sus manos, la habilidad de su lengua... Quería verla, pero no me atrevía a quitarme la venda sin el permiso de mi vecino. ¿Dónde estaba él? ¿Había estado mirándonos? Nunca lo supe. La mujer se levantó tras besarme y se marchó en silencio, dejándome tumbada y exhausta. Un minuto después, Fran me quitó la venda y me pidió que me diera una ducha. Mientras me duchaba, él entró en el recinto y me empujó contra la pared. Cogió una buena cantidad de gel y me lubricó el ano. Al instante, tenía la polla de mi vecino entrando y saliendo de mi culo. No sentía dolor alguno, solo un placer inmenso. Mientras me penetraba, no dejaba de insultarme, sabedor de que con ello me ponía más cachonda. "Vaya puta que estás hecha. ¿Quieres más?" Yo asentía sin poder hablar, de mi boca solo salían gemidos de placer, gritos ahogados que anunciaban el momento tan delicioso en que explotaría de placer.

"Dime que eres mía, ¡quiero que me lo digas!"

"Soy tuya Fran, tuyaaaa"

Me embistió con furia sabiendo que con ello haría que me corriera enseguida. Después de vaciarse dentro de mí, Fran salió de la ducha y se marchó a su casa. 

El domingo siguiente, Nuria vino a visitarme. Pero Nuria no venía solamente a verme a mí. Me confesó que todo lo que le había contado sobre mi vecino la tenía realmente intrigada y quería que Fran se la follara. Me quedé sorprendida. Intenté convencerla del peligro que entrañaba su decisión, pero se mantenía firme diciendo que no había hombre que pudiera someterla, pero deseaba probar a mi dueño. 

No habían pasado ni diez minutos desde la llegada de Nuria cuando Fran se presentó. Nos miró con cierta sorna, pero no parecía sorprendido. Nuria y Fran se quedaron mirándose, parecía una extraña lucha de poder. Sentí que estaba de más y me fui a la cocina a preparar un café para todos. Cuando volví con las tazas, Nuria y Fran estaban besándose. Casi dejo caer la bandeja. Con el ruido de la porcelana, interrumpieron el beso.

-"Espero que no te moleste", dijo Fran serenamente. "Y gracias por ofrecérmela"

No entendía nada. ¿Ofrecérsela? Yo no había hecho nada, había sido decisión de Nuria. Pero entonces me di cuenta: había sido yo la que le había puesto a mi vecino por las nubes, ensalzando su manera de follarme, el control que había adquirido sobre mí. Yo los había presentado, yo me había acostado con Nuria porque él me lo había ordenado... Bien mirado, tal vez Fran tenía razón.

Nuria no dijo nada, se dejó coger de la mano y siguió a Fran a mi habitación.

Los oí follar. Bueno, a Nuria más bien, que jadeaba y gemía de placer sin descanso. De Fran no me llegaba ni un gemido. Pasó más de media hora antes de que terminaran de follar. Fran salió de la habitación abrochándose el pantalón. Se acercó a mi, me besó en los labios y se fue a su piso. Me levanté y fui a la habitación. Nuria estaba desnuda, atada de pies y manos a la cama, sudando, respirando con dificultad, con el pelo revuelto cubriéndole la cara, pegajoso, mojado. Me acerqué para desatarla y le coloqué el pelo mientras la besaba. Una vez liberada, se cubrió con la sábana y se quedó encogida, con las piernas dobladas. Me miró fijamente y me dijo: "No me esperaba algo así. Me ha follado como nunca antes. No sabes cómo te comprendo"

A partir de ese día, algo cambió entre Nuria y yo. Supe que ya no era lo mismo para ella el hecho de acostarse conmigo. Yo no podía darle tanto placer como el que le había dado Fran. Había perdido a mi amante.

Fran también empezó a comportarse de manera diferente. Sus visitas eran menos frecuentes, cada vez que me follaba, yo me sentía en el paraíso, siempre rompiendo en orgasmos intensos que me dejaban rendida y agradecida. Pero él había dejado de intentar sorprenderme. Sabía que follándome regularmente, estaría sometida a su voluntad como siempre, pero sentía que no mostraba el mismo interés de antes.

Poco a poco me fui acostumbrando a la nueva realidad. Hasta que un día, se presentó una oportunidad de cambiar de trabajo y de ciudad y no lo pensé ni un segundo. 

Me fui de noche, a escondidas.

Ya han pasado dos años desde entonces. No he vuelto a tener noticias de Nuria ni de él. Tal vez sigan juntos. Tal vez, no.


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