Las migas de Juan

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Érase una vez, un muchacho, que comía mucho pan, pero sólo comía las cortezas, ya que los panaderos no tenían las migas, porque un ogro las robaba todas las noches. Los pobres panaderos, no vendían el pan y lloraban, y lloraban, hasta dejar en el suelo un charco de tanto llorar. Pero Juan, no podía consentirlo, hasta que un día, se fue al bosque a buscar a ese feroz ogro, que estaba robando las migas de los que hacen el pan, para quedárselas él y comérselas. Al llegar al centro del bosque, se encontró con un enorme castillo. La puerta, estaba abierta y entró, dentro vio que todo era gigante, la mesa, las sillas y en una de las sillas el ogro se encuentra durmiendo, a su lado, una montaña gigantesca de migas. Fue cogiendo las migas una a una y dejarlas en el campo, el ogro se despierta y lo ve con la última miga.

 

- ¿Quién osa arrebatarme las migas?-

 

- No puedes llevarte las migas, pobres panaderos, ¿A ti te gustaría que te quitarán el castillo?-

 

- Me has arrebatado las migas, ¡Arrrrgggg!- El ogro sale corriendo a por él. Juan aprieta el botón de la entrada y la puerta se levanta del suelo para cerrarse, el ogro, sale fuera y se queda arriba.- ¡Por favor, ayúdame, ayúdame! Te prometo que devolveré todas las migas, te lo prometo.-

 

- Si es así, tendrás que venir todos los días, a traernos el pan, que hay al otro lado del pueblo, hasta tener panes para todos.-

 

- Si, si, te lo prometo- Juan, se agarra de un salto a la puerta y se desliza por ella pasando por encima del ogro, hasta entra dentro del castillo y pulsar el botón, para abrir la puerta. El ogro coge un saco y echa todas las migas en él, y se marcha con Juan al pueblo. Al llegar, la gente huye de miedo al ver al ogro. Desde sus casas ven a Juan con él. El ogro, deja el saco y dice al pueblo: Prometo traeros todos los días pan, con migas, para haceros el favor, por todo el daño que os he hecho. La gente sale con miedo y miran a Juan, y miran al ogro, todos aplauden por lo que ha hecho Juan. Cada mañana, el ogro, trae dos sacos de pan gigantes con migas, para todo el pueblo. Ahora ya no es tan temeroso, su corazón es dócil y sensible.


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