A mi marido le van las pollas (2ª parte)

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El primero en correrse fue Pepe, ya que el masaje que le había proporcionado Ernesto lo puso muy a tono. Sus 22 cm de rabo se los calcaba con furia a Julia, enviándole los chorros de semen bien adentro en su chumino. Esta se desacopló y poniéndose de pie sobre la cara de Lola, descargó toda la lechada que llevaba dentro en la boca y cara de su amiga.

Lola se acercó a Ernesto y le pegó un buen morreo pasándole toda la lefa de su marido para que se la tragara. Luego Ernesto le lamió la cara para recoger los restos que tenía esparcidos a modo de regueros y relamiéndose se los tragó.

Lola y Ernesto siguieron follando hasta que este empezó a bufar y a dar síntomas de estar a punto de eyacular. Efectivamente, a los pocos minutos comenzó a darle unos buenos empellones al coño de Lola, con la intención de regar en profundidad de esperma, todo su interior. Su polla no era tan larga como la de Pepe (tenía 19 cm), pero era más gorda.

Lola ponía los ojos en blanco de lo mucho que estaba disfrutando.

Cuando Ernesto acabó, Lola se colocó en cuclillas sobre la cara de Julia (esta previamente se había acostado en el suelo, boca arriba), y descargó en su rostro toda la cuajada que Ernesto le había insuflado. Julia se dirigió a Pepe y pegándole un buen morreo, le pasó toda la carga de lefa a su boca. Él, después de paladearla y saborearla, se la tragó encantado. Luego recogió con su lengua los restos de esperma que Julia tenía en los párpados y mejillas, y haciendo gárgaras, volvió a tragárselos.

Julia y Lola no habían conseguido alcanzar el clímax en sus respectivas folladas y decidieron hacer, entre ellas, un 69. Se lamían y relamían, succionaban y chupeteaban sus almejas, con ansiedad y devoción. Cuando llegaron al orgasmo, apretaron sus caras contra sus coños y mordisqueándolos, chillaban y sorbían sus jugos.

Ernesto y Pepe también hicieron un 69, para poner a punto sus pichas flácidas.

Pepe al quedar arriba, tenía más libertad de maniobra a la hora de pajear y mamar el nabo de su amante. No era el caso de Ernesto. A este, al estar debajo, solo le quedaba la opción de abrir la boca, como una muñeca hinchable, y engullir el miembro de Pepe.

La boca de Ernesto era follada como si fuera un coño. En ocasiones, por la nariz soltaba algunas babas de lo fuerte que le petaba la boca Pepe.

Cuando ya tuvieron los sables firmes otra vez, se acercaron a las chicas para ofrecerles sus mástiles. Ellas decidieron mejor que Pepe le rompiera el culo a Ernesto y después, este a Pepe. Ellos alegaron que nunca nadie les había roto el precinto anal, todavía. Entonces Julia y Lola decidieron hacerles un buen cunnilingus para lubricarles bien el ojete, el perineo y el escroto, mientras les iban pajeando los penes. Julia con Pepe y Lola con Ernesto, por supuesto, siempre con las parejas intercambiadas.

Julia le pegaba unos buenos morreos al ano de su amante. Lola de vez en cuando, se acercaba y posando sus labios en la punta del capullo de la tranca de su marido, iba soltando una buena cantidad de saliva espumosa que se iba escurriendo por todo el tronco cayendo por las ingles, escroto y perineo. Julia la recibía con la boca abierta y antes de tragársela, se la restregaba con sus labios en el ojete a Pepe para que fuera dilatando algo más.

Julia repitió la misma operación que había hecho anteriormente Lola. Esta le dejó al marido de su amiga los huevos, las ingles y el perineo bien limpios y sequitos de babas, tragándose casi todas después de paladearlas. Solo dejó algo de saliva en el ojete, para que fuera dilatando para lo que le esperaba.

Por fin decidieron pasar a la acción. Pepe se sentó en una hamaca con su miembro todo empinado y embadurnado por la saliva de Julia. Ernesto se sentó sobre Pepe, mirando hacia las chicas, que estaban en frente observando y soltando risitas picaronas.

La pitón de Pepe se hacía camino entre las nalgas de su amante. Poco a poco se iba hundiendo en aquel recto tan estrecho. Ernesto no pudo reprimir soltar unos alaridos de dolor. Julia se acercó al oído de Pepe y le dijo:

–Pétale el trasero con garra, a mi marido. Sin compasión. Para que sepa lo que sufrimos las mujeres cuando nos sodomiza.

Pepe después de acomodar todo su rabo en el interior del conducto anal de Ernesto, muy despacio y con suavidad, comenzó a acelerar las embestidas. Ernesto chillaba como si lo empalaran con una estaca. Se mordía los labios para reprimir los gritos por si había gente cerca de la tienda, en la playa.

–¿Así está bien? –le preguntó Pepe a Julia.

–Acelera más las emboladas. Métele y sácale más cacho de carne. Que sienta bien tus 22 cm de morcilla –le soltó Julia.

Pepe, agarrándose a las caderas de Ernesto se zumbó el trasero de este sin piedad. Le clavaba y desclavaba casi entera la polla, una y otra vez, a un ritmo de entre tres y cuatro martillazos por segundo. Estuvieron así unos 10 minutos. Mientras, Lola le comía la polla a Ernesto, para hacerle más suave el suplicio.

Julia se acercó al oído de su marido y le dijo:

–¿Te peta bien el culo mi hombre? ¿Te da placer su pitón? –y se reía. Le gustaba picar a su marido.

Cambiaron de posiciones. Esta vez Ernesto se colocó debajo y Pepe arriba. Lola imitó a su amiga, arengando a Ernesto a que le rompiera fuerte el trasero a su marido y preguntándole a su marido si se lo pasaba bien montando sobre una polla tan gorda. Ernesto con sus manos separaba las nalgas de su amante, para que su pollón tan gordo entrara y saliera del conducto anal, sin frenos. Julia le comía la polla a Pepe, para compensar el dolor que su marido le estaba provocando con sus arremetidas salvajes.

Las chicas se pusieron tan cachondas con aquel espectáculo, que pidieron polla de forma urgente. Entonces, Ernesto y Pepe se desacoplaron y fueron a por ellas.

Julia Y Lola se colocaron a cuatro patas, una en frente de la otra. Mientras se besaban, sus chicos, intercambiados, se las follaban por los chuminos.

Julia tenía todo el pelo alborotado, casi no se le veía la cara. Daba la imagen de pelandrusca pelirroja, que a ella tanto le encanta dar.

Al cabo de unos 20 minutos, las dos chicas se corrieron casi de forma sincronizada, soltando unos berridos enloquecedores.

Los chicos se desengancharon de ellas y poniéndose de pie, comenzaron a pelársela fuerte, buscando correrse pronto.

Ernesto comenzó a eyacular sobre la cara de Lola dejándole todo el rostro bien embadurnado. Pepe hizo otro tanto con Julia, aunque a esta, al tener buena parte de su melena sobre la cara sirviéndole de escudo natural, a la cara no le llegó tanto esperma, quedándole buena parte de él incrustado entre los pelos. 


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