No, no es que odie la Navidad -dijo el Grinch-, solamente que este es para mí un tiempo diferente y que no sonría y muestre alborozo, no quiere decir que no vea con agrado que aquellos que me rodean estén felices.
Mi año ha sido largo y muchas veces difícil, aunque no suela quejarme. En mi vida he tenido que luchar para buscar una oportunidad de que las cosas funcionasen y no siempre lo he conseguido. He sido soporte, timón y paño de lágrimas, he puesto buena cara cuando vinieron mal dadas y he nadado contracorriente y en pago he recibido incomprensión.
Mis decisiones se han sentido huérfanas de aplausos, pero eran las adecuadas, las necesarias, las que tuve que tomar con la valentía y determinación que llenan los ojos de lágrimas y rompen el alma.
Por eso en estas fechas en mi retiro cultivo con cuidado y secretamente en mi corazón las flores de la empatía, el cariño y de los abrazos, que son tremendamente delicadas y que precisan de mucho tiempo para florecer, ese que les dedico lejos de los demás, porque quiero que se fortalezcan y estén prestas a surgir para empezar el año, con energía, nuevas ilusiones y sueños por cumplir, volviendo a sentir de nuevo mi valor, mi personalidad y que las piezas de mi ser encajan de nuevo.
Por eso, no ser lo que se espera en estas fechas no es un gesto vano por ir en contra del resto, es algo que necesito para avanzar, para resurgir de las cenizas del incendio que me arrasó por dentro y poder desplegar al fin mis hermosas alas.
Quizá la Navidad no sea la época de año de mi mejor versión, por todo lo que significa para mí, pero está en mi ánimo luchar de nuevo por conseguir todo aquello que quiero alcanzar.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales