Una nueva vida (2ª parte)
Por Jerónimo
Enviado el 27/12/2024, clasificado en Adultos / eróticos
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Aflojé mis manos, dejando el inútil intento de liberarlas. La mujer empezó entonces a hurgar con su lengua en mis labios, buscando la manera de entrar en mi boca. Ya no opuse ya mucha resistencia; a los pocos segundos, abrí mis labios y dejé que su lengua tomara posesión de la mía. Estaba tremendamente excitada y más aún cuando la mujer, sin dejar de besarme con maestría, recorriendo cada rincón de mi boca, dejó de sujetarme las manos y con una empezó a sobarme las tetas; la otra descendió hasta el borde de mi vestido y comenzó a acariciarme la vagina por encima de las bragas.
Eso me puso a cien, esa mujer me estaba haciendo disfrutar como nunca. Es cierto que llevaba mucho tiempo sin tener un sexo gratificante, pero también notaba que era una experta en la materia: sabía dónde tocar, qué hacer en cada momento, cómo convertir un simple beso en una penetración. Respiraba ya sin control, mi cuerpo temblaba y sentía que necesitaba más, deseaba que aquello no terminase nunca. Estaba completamente entregada y ansiosa.
Entonces, dejó de frotarme la vagina y llevó su mano delante de mi boca, adelantó dos dedos y me ordenó:
- ¡Chúpalos!
Obedecí al instante, metiéndome sus dedos en la boca y chupándolos con frenesí. Los humedecí por completo mientras la mujer no dejaba de mirarme con una intensidad que me desnudaba el alma.
Cuando sintió que ya había hecho mi trabajo, retiró los dedos de mi boca. Llevó de nuevo su mano a mi sexo, pero, esta vez, separó las bragas y, de un golpe, me metió los dedos húmedos en mi vagina. Lancé un gemido de placer que ella intentó amortiguar con su mano, que enseguida volvió a magrear mis tetas, acariciándolas, apretándolas y pellizcándome los pezones. Eso, unido al experto movimiento de sus dedos en mi vagina hicieron que mi calentura llegara al máximo. Estaba a punto de correrme y ella lo sabía. Me miraba sin pestañear, esperando para disfrutar del momento en que me corriera, recogiendo así el premio que se había ganado.
Y no pasó mucho tiempo antes de que al fin estallara. Cerré los ojos, mordí los labios y exploté en un orgasmo profundo y devastador. Nunca me había corrido de aquella manera. Realmente, estaba muy necesitada.
La mujer entonces sonrió. Me besó con ternura y me susurró al oído:
- Vengo por aquí todos los viernes y sábados.
Dejando la invitación en el aire, salió del recinto y se perdió en la sala.
Regresé a la mesa en cuanto pude moverme. Bebí mi copa de un solo trago mientras buscaba a Raquel. Seguía bailando y ya había elegido. Y eran dos. Ella se contoneaba en medio de ambos, uno a su espalda y otro de frente. Ambos la besaban a la vez y ella frotaba su culo contra el paquete del tipo que tenía detrás para, al instante, arquear el cuerpo para frotarse con el de delante. Lo curioso es que nadie se fijaba en ellos, como si fuera algo normal. Cuando me vio, Raquel se desprendió de sus captores y vino a la mesa.
- ¿Dónde te habías metido?
-Fui al baño
-Siento que no te estés divirtiendo Maica, de veras. Pero te quedas ahí sentada.... Bueno, yo me voy a marchar con esos dos a un hotel, ¿no te importa?
-En absoluto. Tomaré un taxi y volveré a casa. Pásalo bien.
Nos despedimos precipitadamente en la calle. Raquel tenía prisa y mi taxi acababa de llegar. Ya tendría tiempo de contarle lo que me había sucedido. O tal vez no le diría nada.
Camino de casa, en el taxi, no podía dejar de pensar en aquella desconocida y en cómo me había hecho disfrutar. Jamás había estado con otra mujer y nunca había sentido curiosidad por el tema, pero esa experiencia me había mostrado un nuevo mundo y cada fin de semana podría, si quería, volver a disfrutarlo.
Me sorprendió mucho no sentir remordimientos. Quizá porque no había engañado a mi marido con otro hombre, pero, de todas maneras, se trataba de una infidelidad, lo mirara por donde lo mirara. Y, aun así, estaba tranquila. Y no era por el hecho de que estaba desatendida por Pablo ni por saber que él me había engañado también. Tampoco lo había hecho por venganza. Simplemente, había sucedido y lo había disfrutado. Me encontraba feliz porque al fin tenía la posibilidad de controlar mi vida. Esa experiencia me había liberado de cualquier atadura que pudiera imponerme el matrimonio. Había comprendido, de pronto, que yo era la única dueña de mi vida, responsable de mis actos y la búsqueda de la felicidad, de cariño, de pasión no tenían porqué molestarme, es más, en cierto yo estaba obligada a ser feliz, por encima de normas, leyes y compromisos vacíos y sin sentido.
La semana siguiente a aquel sábado transcurrió muy despacio. Estaba decidida a volver a aquel pub con la esperanza de encontrarme con aquella mujer. Me moría de ganas por volver a dejarme poseer por ella y me estremecía todas las noches recordando sus besos, sus caricias y sus dedos dentro de mí.
No le había hablado de todo eso a Raquel. Podía haberlo hecho y sé que ella lo aprobaría y me animaría a repetir, pero algo en mi interior me decía que aquello era algo tan especial que debía atesorarlo para mí solamente. Así que el viernes fui sola a aquel local. A Pablo le volví a decir que me iba con unas amigas y, la verdad, no le importó en absoluto. Incluso pensé, dada su indiferencia, que tal vez aprovechara él también para darse un capricho. No me molestó pensarlo, casi hubiera deseado que así fuera. Si defendía mi libertad para ser feliz, no podía negársela a Pablo. Que hubiéramos perdido la pasión el uno por el otro, no significaba que no pudiéramos encontrarla en otras personas.
Ocupé la misma mesa del sábado anterior. Buscaba a aquella desconocida por toda la sala, pero no estaba. Tuve que librarme de un par de tipos que deseaban invitarme a una copa o a bailar o ambas cosas. En realidad, estaban pidiéndome permiso para intentar follarme. Ellos lo sabían y yo también. Pero no necesitaba una polla en esos momentos. Necesitaba a aquella misteriosa rubia, altiva, elegante, misteriosa y con una habilidad increíble para dar placer.
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