Una nueva vida (Final)

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Nos quedamos en silencio unos instantes, recuperándonos. Había disfrutado de la experiencia, me sentía feliz al ver que había logrado darle placer a aquella rubia que tanto me había regalado. Verla retorcerse debajo de mí me había excitado también muchísimo.

Tatiana se levantó y regresó a la cama con un pañuelo con el que me vendó los ojos. Ante mi mirada inquisidora, puso un dedo en mis labios y empezó a acariciarlos.

-Tienes una boca hecha para el pecado, Maica.

Una vez vendados mis ojos, Tatiana me acostó en la cama boca arriba. Noté que se alejaba un par de pasos y entonces la habitación quedó en silencio. Al poco tiempo, noté unos pasos aproximándose y sentí que alguien subía a la cama. Empecé a ponerme nerviosa, pero ni me atrevía a hablar. Imaginé que Tatiana iba a follarme de nuevo, esta vez con el morbo de la venda, pero mi sorpresa fue tremenda cuando noté el glande de una polla en la entrada de mi vagina. Intenté quitarme la venda, pero unas manos delicadas pero firmes lo impidieron. Tatiana, como había hecho en el baño del pub, me retenía para dejar que el desconocido me follara. Y lo hizo sin demora. Sentí como el glande se iba abriendo paso por mis carnes con una facilidad asombrosa. Intenté cerrar las piernas, pero las del hombre me lo impedían. Tatiana seguía inmovilizándome, sin decir nada, el silencio era absoluto.

Tras el glande, el hombre fue introduciendo todo su pene en mí. Era grande, grueso y estaba completamente empalmado. Poco a poco empecé a excitarme. El hombre entraba y salía de mí despacio, saboreándome y acelerando muy lentamente para comprobar el efecto que sus movimientos provocaban en mí. Respiraba con fuerza, a golpes, mi espalda se arqueaba ella sola, buscando placer, tensionada por el pene que no paraba de moverse, cada vez con más velocidad, cada vez un poco más adentro, despertando nervios y músculos, haciendo que mi corazón bombeara más deprisa, dejándome el cabello mojado por el sudor. Cuando el ritmo del pene se volvió frenético, sentí como llegaba el orgasmo, abriéndose paso desde mis entrañas hasta salir a la superficie en medio de un gemido de placer mientras mi espalda se levantaba como si mi vientre quisiera tocar el techo. Acababa de correrme cuando el hombre hizo lo propio, vaciando dentro de mí un caudal de semen inmenso que llenó mi vagina con ese líquido espeso que desbordaba por los labios.

Tatiana liberó mis manos y me besó, abriendo mis labios y recorriendo mi boca con una lengua nerviosa y excitada. Era evidente que había disfrutado viendo cómo era violada por ese hombre. Libre ya para moverme, me quité la venda y descubrí que me había follado el acompañante de Tatiana en el pub, aquel hombre elegante y maduro que me dijo:

-Estás buenísima. ¡Qué polvo tienes!

Iba a protestar cuando Tatiana me ordenó que no dijera nada.

- ¿Habría debido pedirte permiso?, ¿cómo en los servicios la otra noche? Lo has disfrutado, puta, no lo niegues. 

Tenía razón, lo había disfrutado y no tenía motivos para quejarme. Me había corrido tres veces en una noche y hacía años que no me pasaba algo parecido. Tatiana me había enseñado un mundo nuevo de placer, el follar con otra mujer, y el morbo de ser violada por un desconocido aún me ardía por dentro. Tal vez fuera una puta, después de todo. ¿Importaba algo?


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