Un intercambio de parejas peculiar (2ª parte. Final)

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¡Y ya estaba la hamburguesa doble formada!

En esta postura estuvieron un buen rato, hasta que, Lucía con un chillido agudo y profundo (como si fuera un cerdo el día de San Martín), explosionó en un orgasmo intenso y estremecedor, con fuertes espasmos.

Decidieron cambiar de postura y en esta ocasión, Alberto se sentó en un amplio y confortable sofá. Alex se sentó sobre él dándole la espalda y empalándose la estaca de Alberto por el ano (el cual ya lo tenía bien ensanchado gracias a Carla), y comenzó a follar como un poseso.

Encima de Alex se coloca Carla sentada en la misma posición que este, pero a diferencia de él, ella se mete la polla de su amante en el conejo. Y cabalga con furia un buen rato.

¡Y ya está el castillo de tres pisos formado!

A esto que Lucía se acerca y comienza a hacer el papel de mamporrera lamiendo la polla de sus dos machos a medida que entran y salen de sus respectivos orificios. Y cuando alguna de ellas se sale, ella la vuelve a introducir guiándole el camino. Pero ansiosa de comerle la almeja a Carla, decide desenganchar a su marido del coño de esta y acoplarlo en el trasero. Así quedaría el coño libre, para comérselo bien.

Alberto con tanto peso sobre él prácticamente no se movía. Carla tampoco se movía ya que estaba extasiada experimentando uno de los mejores cunnilingus de su vida. Así que le tocaba remar a Alex. Cuando empujaba hacia arriba, taladraba el precioso trasero de Carla y cuando reculaba, curiosamente el efecto era encularse bien adentro de sus entrañas el enhiesto mástil de su amante macho.

Cuando Lucía notó que Carla estaba a punto de correrse, desacopló a su marido del culo de esta y volvió a introducirlo en el coño, para que se lo follara fuerte y que Carla experimentase un enloquecedor orgasmo. Así fue. A los pocos minutos Carla soltó un alarido que se tuvo que escuchar en todo el edificio, de lo profundo y alto que fue.

Se desengancharon todos. Entonces Alberto se volvió a acostar en la tarima. Sobre él se recostó Lucía para practicar un 69. A los costados de Alberto se posicionaron Carla y Alex, acercando sus caras a la de Lucía para observar de cerca la mamada que le estaba proporcionando a su amante. Lucía sujetaba el miembro viril con fuerza y de repente se saca la polla de la boca y la dirige a su marido. Alex la engulle hasta la campanilla de un solo bocado intentando introducirse todo el rabo de Alberto en su garganta, pero no lo consigue. Entonces Lucía le dice:

–No seas tan ansioso, cariño. Empieza muy despacio y ve subiendo el ritmo poco a poco. Ya verás como te entra bien. Ya tendrás tiempo de comerte con furia el rabo de mi macho hasta que se vacíe todito en ti, hasta la última gota.

Lucía era quien llevaba la batuta, nunca mejor dicho, y pasaba de forma alterna el falo de Alberto por la boca de Carla, de Alex y por la suya propia.

Lucía, cada vez que se sacaba la verga de su boca, hacía el característico sonido de descorche de botella provocando sendas carcajadas entre sus “comensales” ocasionales.

Alex lo intentó, pero no le salía tan bien. Lucía era una experta descorchando pollas y degustando coños.

Cuando se corrió Alberto, los tres “comensales” se apresuraron a acaparar la mayor cantidad de leche posible para sus boquitas, al mejor estilo del juego del tragabolas.

Después le siguió el juego contrario, llamado swapping, que consiste en ir pasándose el esperma de boca en boca entre Carla, Lucía y Alex. Hicieron varias rondas hasta que al final, Alex decidió acabar con el juego y tragárselo todo.

Ahora le toca el turno a Alex. Se recuesta sobre la tarima y Carla y Lucía comienzan a manducar de forma consecutiva aquel falo. Alberto se sienta en un sofá cercano para disfrutar del espectáculo y observar cómo su mujer saborea con ganas aquella caña de crema.

Lucía le enseña la técnica del descorche, para que se oiga el característico sonido ¡Splok!

Se la chupetean y se la succionan en la punta. Hasta que, al fin, a los pocos minutos Alex grita que ya no puede más y comienza a descargar su lechada sobre la cara de sus dos jacas. Ellas vuelven a jugar al tragabolas y al swapping, hasta que esta vez es Carla la que decide tragarse toda la cosecha espermática de su macho ocasional.

Aprovecharon el resto de la velada para compartir impresiones mientras se tomaban unas copas. Quedaron tan contentos los cuatro que se convirtieron en una relación más estable y duradera.

Por fin Carla y Alberto encontraron la horma de su zapato y dejaron de tener una vida monótona e insulsa.


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