LA IMAGEN DEL PASO DE LOS AÑOS

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      LA IMAGEN DEL PASO DE LOS AÑOS



Vemos envejecer a los otros; no a nosotros. Son ellas, son ellos los que nos muestran el ineludible paso del tiempo. Doloroso. ¿Qué hemos perdido? ¿Qué hemos dejado a nuestro paso? Son rostros conocidos; los hicimos nuestros, idealizados ocuparon una parte de nuestra forma de entender el mundo.
Ahora los vemos cambiados. Sus rostros han cambiado. Sus cuerpos han cambiado. La permanencia es una mentira. También el mundo ha cambiado.
Es todo más cruel con los avances. Un retrato en pintura no nos causa el mismo impacto. Contemplamos de manera diferente el transcurso de los años, el deterioro y la decadencia cuando la mano del artista plasma los rasgos del rostro; entendemos que hay una plasmación más intemporal en el retrato en pintura; comprendemos también que es una interpretación; en esa interpretación la luz, el color, el matiz, las sombras, las tonalidades pierden la naturalidad y nos divorcian del factor tiempo.
Desde que existen la fotografía y el cine nuestro choque con la realidad resulta abrumador; no se puede eludir la mutabilidad física; ahora somos testigos comparecientes de unos hechos innegables, que no podemos esconder, porque la exactitud de la imagen es más auténtica, nos lleva a los momentos del descubrimiento, cuando hicimos nuestra otra realidad paralela que transcurría al mismo tiempo que la nuestra (en ficción, en representación artística, tanto da), nos marcó en el tiempo y hasta en el espacio. Y vuelve a nosotros una y otra vez, como una ola que rompe sus espumas burbujeantes, y como los segundos en un reloj nos señalan los momentos que se fueron, la proyección de los años menguantes que quedan por delante.
La reflexión sobre el envejecimiento es profunda y llena de matices. A menudo, observamos cómo el tiempo afecta a los demás, mientras que nosotros seguimos sintiéndonos jóvenes en nuestro interior. Esta dualidad puede provocar una sensación de desconexión entre la imagen externa y nuestra esencia interna.
El envejecimiento físico es inevitable, pero la esencia de una persona, sus memorias, pensamientos y experiencias, puede perdurar mucho más allá de los cambios superficiales. Es por ello, que en la pintura, donde se capturan sensaciones y emociones, ese envejecimiento no sea tan evidente por la profundidad que transmite.
La sabiduría que adquirimos con el tiempo, las conexiones que cultivamos y las lecciones aprendidas son parte de lo que realmente somos.
Es importante apreciar tanto el proceso de envejecimiento como la riqueza que traen las experiencias vividas. En lugar de temer la llegada de los años, es fundamental abrazarlos, celebrar la vida en todas sus etapas y reconocer que, aunque el cuerpo cambie, nuestra esencia y nuestra capacidad de amar, aprender y crecer permanecen intactas. Este enfoque nos permite vivir plenamente y valorar cada momento.


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