Perdiendo el control (Final)
Por Jerónimo
Enviado el 02/01/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Carlos se dio cuenta de la calentura de mi amiga y se quitó por completo los pantalones. Comenzó a frotar el pene con su mano mientras se acercaba a Victoria, que se mordía el labio sin deja de admirar el miembro erecto del joven.
Julián se había colocado detrás de mí, de pie contra el respaldo del sofá. Yo no quitaba la vista de mi amiga, sudando por dentro ante lo que estaba a punto de hacer.
Carlos se quedó de pie a un centímetro de la boca de Victoria. Ella me miró y me dijo:
Solo una mamada.
Y sin más, abrió la boca y se metió todo el pene del chico dentro. Carlos cerró los ojos, empezando a disfrutar de la mamada. Victoria metía el pene hasta el fondo y comenzaba a retirar su boca muy lentamente, chupando y lamiendo el pene con pasión. Carlos gemía y jadeaba, estaba en el paraíso. Mientras seguía lamiendo y chupando, Victoria jugaba con los testículos de Carlos, masajeándolos con su mano.
Lentamente, aumentó el ritmo y, cada vez que el pene quedaba fuera de su boca, chupaba y lamía el glande con desesperación.
Mientras tanto, Julián había puesto sus manos en mis hombros desnudos y me bajó los tirantes del vestido. Al ver que yo no oponía resistencia, fue deslizando sus manos hasta llegar a mis pechos. Los agarró con firmeza y empezó a sobarlos. Al bajar para magrearme, la cabeza de Julián estaba a la altura de la mía y me susurró al oído:
Tu amiga es una profesional. ¡Vaya mamada! Dime, Sonia, ¿no te excita verla?
No me esperaba algo así. Pero estaba claro que sí que me excitaba. Habíamos perdido el control. Incluso creo que, cuando subimos al piso, sabíamos lo que iba a pasar y, en el fondo, lo deseábamos.
Le respondí que sí, que me excitaba muchísimo. Entonces comenzó a besarme en el cuello mientras sus manos seguían exprimiendo mis tetas.
Estás que crujes, me susurró. Tienes un polvo tremendo, zorra.
¡Dios!, ¡cómo me estaba poniendo ese jovencito! Estaba ardiendo y tenía ya el coño totalmente empapado.
Respondiendo a sus besos y sus susurros, giré mi cabeza, ofreciéndole mis labios. Me besó con violencia, sin poder ya contener el deseo que lo consumía. Me mordió los labios con tanta fuerza que lancé un pequeño grito que él interpretó como de puro placer. Dio la vuelta al sofá y se arrodilló frente a mí. Me levantó el vestido, me arrancó las bragas rasgándolas, y comenzó a comerme el coño con lujuria, descontrolado.
Mientras, Carlos estaba a punto de correrse. Vi que intentaba contenerse, pero una nueva embestida de la boca de mi amiga venció su resistencia, soltando todo su semen de golpe. Victoria se lo tragó todo y agarró a Carlos poniéndolo frente a sus bragas. Las bajó y le metió la cabeza dentro de sus muslos.
Ahí estábamos las dos mujeres casadas siendo folladas por dos críos. ¡Y cómo estábamos disfrutando!
Julián levantó un momento su cabeza para preguntarme qué tal lo estaba haciendo, dejándome a medias cuando más estaba disfrutando.
¡Calla!, ¡no pares!, le grité y le empujé la cabeza para que siguiera con su trabajo.
Victoria y yo gemíamos de placer. Nos habíamos agarrado de la mano y las apretábamos sin control a cada oleada de placer.
La primera en correrse fui yo, estallando con un grito sordo. Mi amiga no tardó mucho en seguirme. Nuestras manos permanecían juntas y estaban sudadas, como nosotras.
Carlos y Julián nos acercaron las cabezas pidiéndonos, sin palabras, que repitiéramos el beso de antes. Victoria, obediente, metió su lengua en mi boca y estuvo jugando con la mía un buen rato.
Pero Julián aún no se había corrido y era evidente que ya no aguantaba más. Así que interrumpió el beso y me puso de rodillas mirando hacia el respaldo del sofá, de manera que le ofrecía abiertamente mi coño sin estorbos. La verdad, estaba deseando probar su pene. La mamada de mi amiga me había dado envidia y necesitaba ser follada.
Y el chaval no me defraudó. Tenía un pene poderoso, bastante grande y muy grueso. Me llenó por completo la vagina y, en sus embestidas, furiosas por la tensión acumulada, me lo clavaba hasta el fondo. El ritmo de Julián era frenético y temía que fuera a correrse demasiado pronto, pero subestimaba la resistencia de la juventud. Estuvo más de cinco minutos entrando y saliendo de mí con una furia terrible y acabé corriéndome yo en lugar de él. En cuanto lo hice, Julián retiró su pene, evitando correrse. Aún no quería rendirse. Quería más.
Y se fue a por Victoria. La cogió en brazos y la tumbó en la mesa de la cocina, quedando su sexo a la altura de su polla, y comenzó a follarla con la misma intensidad que había tenido conmigo.
Yo estaba recuperando la respiración en el sofá cuando Carlos me puso en la misma posición de antes. Ya estaba listo para correrse otra vez. Su pene estaba completamente empalmado. Pero en lugar de meterme su polla en mi coño, Carlos la metió en mi culo. Tras humedecerlo con su saliva, metió el glande con cuidado. Lo sentía dentro de mí y me proporcionaba un placer renovado. Despacio, fue penetrándome hasta que sentí que todo su miembro estaba ya dentro. Entonces comenzó a follarme, despacio al principio, pero aumentando la intensidad a medida que se iba poniendo más cachondo. Se inclinó sobre mí y empezó a magrearme las tetas, lo que aumentó su excitación y el ritmo y la brutalidad de sus embestidas. Parecía una fiera salvaje y me estaba dando un placer inmenso. Nos corrimos casi a la vez, dejándome caer de nuevo en el sofá, que estaba ya muy manchado por todos nuestros líquidos. Me sentía agotada, estaba húmeda, sudada, sucia, pero completamente satisfecha.
Aquellos críos sabían cómo follar a una mujer. Tenían la fuerza y la pasión capaz de derribar murallas y nos habían manejado a su antojo, desde el principio. Nos habían follado con la boca, por delante y por detrás y habían disfrutado como nunca. Habíamos perdido completamente el control.
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