Nochevieja

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Era la noche previa al año nuevo, la algarabía y el ambiente festivo, habían transformado la apacible tranquilidad de un pueblito alejado de la ciudad, en una especie de verbena. Ramiro, sosteniendo una botella de cerveza en la mano derecha y parado en una esquina, cerca al municipio de esa localidad, no dejaba de pensar en sus propósitos para el siguiente año, todo debía ser mejor, estaba decidido a cambiar radicalmente, sentía que era el momento de soltar y dejar ir todo aquello que, en definitiva, no podía cambiar.

Luego de beber el último trago de cerveza, y abandonar hábilmente aquél envase vacío, entre el sardinel y la calzada, decidió dar un paseo por la avenida principal. Mientras caminaba, le pareció ver a un viejo conocido, afuera de un bar:

-          ¿Juan Carlos Prado?

-          ¿Ramiro…? Ramiro Zea Arteaga!

-          ¡Por ti no pasan los años, eh!

-          ¡Que sorpresa, hombre!

-          ¿Y cómo estás, Juan Carlos?

-          Estoy bien. Disfrutando de unas cortas vacaciones, que por cierto, terminan la próxima semana.

-          ¿Y cómo están Leticia y el pequeño Eliott?

-          Bueno, Leti y yo nos separamos hace un año, y puedo ver a mi hijo un domingo al mes…

-          Cuanto lo siento, Juan Carlos, no quise…tú sabes.

-     Dale, hombre. No pasa nada, tranquilo. Es más, quiero presentarte a Brenda, que estará llegando en un par de minutos. Mañana estamos de aniversario, dos años juntos… y muy felices!

-        Hagamos algo, mira en que facha estoy, déjame ir a los aseos, lavarme la cara y acomodarme un poco. Regreso en seguida.

-          Aquí te esperamos, Ramiro…y te voy pidiendo una cerveza!

Ramiro se alejó, y confundiéndose entre la multitud, siguió su camino sin mirar atrás. Cogió su celular, y leyó uno de los tantos mensajes que le había enviado Leticia, hace tres años: “Juan Carlos y yo, somos el uno para el otro. No tengo palabras…ojalá me perdones algún día”. Se esbozó una sonrisa en el rostro de Ramiro, y mientras caminaba, recitó en silencio el texto que había memorizado, de un viejo libro que alguna vez leyó: “Ni asco, ni rabia, ni gusto, ni disgusto, ya no importa, no te necesito…no le vienes bien a mi vida.”

 

Autor: Roberto Flores Infante


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