El libro del placer (Final)

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Sin pensarlo dos veces, volvió a subir al piso superior para comprobar si se encontraba con ese dibujo convertido en realidad. Y así fue. Esteban y su marido estaban follándose a Romina. Se había sentado sobre la polla dura de Paco y Esteban, por detrás, le había entrado por el culo. Romina se volvía loca de placer y los tíos no dejaban de penetrarla con fuerza al tiempo que la besaban y magreaban a su antojo.

A Gemma no solo no le molestaba lo que estaba viendo, a su marido con otra en un trío, sino que no pudo reprimirse y empezó a masturbarse con una urgencia extraña, más fuerte que ella misma. Frotaba su clítoris ansiosa, sentía una necesidad imperiosa por correrse. No recordaba haber tenido una sensación igual anteriormente, ni en sus polvos más memorables. Cerró los ojos entregándose al placer que se estaba proporcionando mientras seguía escuchando los gemidos de Romina que parecía disfrutar aún más que ella misma. Casi se corrieron a la vez. Entonces vio como Paco le metía su polla en la boca a Romina para correrse dentro y Esteban lo hacía en el culo.

Los cuatro se quedaron unos minutos respirando con dificultad, disfrutando del momento. No se oía nada en toda la casa. Gemma al fin pudo bajar al salón y cerró el libro. Ya no tenía dudas de su extraño poder, pero por esa noche había tenido ya suficiente.

A la mañana siguiente, todos parecían comportarse con normalidad. Gemma estaba sorprendida de que ninguno mostrara signos de nerviosismo o tuviera algún gesto de complicidad con otro. Solo Marga la miraba de manera algo extraña. Decidió hablar con ella. Tenía que conocer qué sabía ella del libro. Buscar una explicación a lo ocurrido.

Se llevó a Marga al piso de arriba.

Marga, ¿qué sabes del libro?

¿Lo has mirado?

Sí.

¿Y.... has visto...?

He visto a Romina follándote.

¿Qué? ¿Anoche?

Sí.

No puede ser. No recuerdo nada.

¿No lo recuerdas?

En absoluto. 

¿Y tú?, también miraste el libro ¿verdad?, ¿qué viste?

Varias cosas. Te vi a ti, por ejemplo, Fede y Esteban te habían atado a la cama y te azotaban.

¿Qué?

Deberías tener marcas.

Gemma se quitó el jersey, pero su amiga no encontró rastro alguno de golpes. Entonces, Marga le explicó su teoría: según creía haber descubierto, el libro mostraba las fantasías secretas de quién lo estaba leyendo. Y Gemma se dio cuenta entonces de que lo que había visto eran, en realidad, sueños húmedos que solía tener.

Deberíamos quemar el libro – dijo Marga.

No, ¿por qué? En realidad no sucede nada, es como ver un sueño estando despiertas.

No me gusta. ¿Y si va a más?

Pues no lo leas, pero esta noche yo quiero más.

¿Te excitaste verdad?

Terriblemente.

Yo también - reconoció Marga.

El día transcurría con normalidad. Marga y Gemma a veces se miraban o descubrían que la otra estaba mirando el libro disimuladamente. A Gemma el día se le hizo interminable en espera de que llegara la noche. Marga, aunque tenía miedo del libro, también fue notando que deseaba que todos se acostaran para volver a leerlo. La atracción que ejercía sobre ellas era demasiado fuerte para resistirse.

Una media hora después de que todos se hubieran ido a dormir, Gemma y Marga se encontraron en el salón frente al libro misterioso.

Al final, estás aquí, Marga. ¿Vas a seguir leyendo?

Sí, no puedo evitarlo.

Ni yo. ¿Lo leemos juntas?

No se.

¿Qué puede pasar? Saldrá una mezcla de nuestras fantasías.

Tengo algo de miedo. Este libro me asusta.

Pero la tentación era demasiado grande. Marga no podía esperar a que su amiga terminara con el libro para leerlo ella a solas. Sentía que el volumen la atraía sin que pudiera resistirse. Y a Gemma le pasaba lo mismo. Estaban dominadas por el deseo.

Gemma pasaba las páginas y aparecían algunos dibujos borrosos. Marga pensaba que iba demasiado de prisa y le agarró la mano para ralentizar el ritmo con el que pasaba las páginas y entonces apareció un dibujo muy claro de ellas dos follando.

El libro se deslizó hasta el suelo, como si tuviera vida propia. Marga seguía sujetando la mano de Gemma que se volvió para mirarla. En ese momento, se desató en ambas una pasión descontrolada. Se besaron apasionadamente y Marga comenzó a tocarle las tetas a su amiga por encima de la blusa. Sus lenguas se movían nerviosas, buscándose, lamiéndose, explorando sus bocas, saliendo agitadas para humedecer los labios.

Se tumbaron en la alfombra frente a la chimenea mientras se desnudaban con urgencia, deseosas de besar su piel, de acariciar los pechos desnudos, de sentir el calor de sus cuerpos al abrazarse. No importaba que pudieran encontrarlas así, no tenían dominio sobre su voluntad. Solo eran dos mujeres ardiendo de pasión que necesitaban sofocarse mutuamente. Ambas comenzaron a tocarse los genitales a la vez, mientras se besaban en el cuello, en los labios, en los pezones. Eran dos volcanes que gemían y respiraban agitadamente, sin poder controlar su deseo.

Gemma se dio la vuelta para poder seguir masturbando a su amiga ahora con la lengua, dejando a su vez su vagina expuesta a los labios de su amante. Reanudaron su juego con más pasión que antes. El roce de las lenguas era cálido y húmedo e incrementaba el placer que se daban y recibían. Estaban inmersas en una locura fenética que necesitaban culminar y, al tiempo, deseaban que no terminara.

Cuando finalmente explotaron, prácticamente a la vez, quedaron totalmente agotadas, pero con una sensación de haber vivido un momento indescriptible. Se sentían saciadas, satisfechas y orgullosas. No podían separarse, deseaban seguir sintiendo el calor de la otra y sus manos continuaron acariciándose en silencio durante mucho tiempo.

Cuando Gemma finalmente se levantó, cogió el libro y, cerrándolo, lo dejó en su sitio. Marga se estaba vistiendo.

Esto no ha sido un sueño - dijo Gemma.

¡Cielos!, no.

¿Sigues queriendo quemar el libro?

Marga sonrió sin contestar.

Cuando terminó el fin de semana, hicieron las maletas y se prepararon para volver a su rutina de siempre. Todos habían disfrutado de esos días de tranquilidad y reposo. Pero para Gemma y Marga había sido algo más. Sus miradas de complicidad lo decían todo.

Justo antes de salir, Gemma guardó el libro mágico en su maleta. Marga se quedó mirándola. Ambas entendieron que muy pronto iban a tener una nueva cita con ese libro.


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