Una pareja de lesbianas me usó a su capricho (3ª parte. Final)

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Alrededor de unos veinte minutos después, Rosa alcanzó el clímax, reprimiendo un gritito y mordiéndose el labio superior. Se bajó del tiovivo dejándome la polla encharcada de sus jugos.

Emma, entonces, tuvo una ocurrencia y quiso ponerla en práctica.

Se tumbaron las dos, una enfrente de la otra, con las piernas en alto y con los pies formando una imitación de copa o de cuenco. Entonces, me dijo Emma que me masturbara y me corriera en el interior de ese improvisado recipiente, llenando las plantas de sus pies y los deditos, de mis descargas de esperma.

Siguiendo sus indicaciones, me la fui sacudiendo con energía, fijándome en las caras de guarras que iban poniendo para provocarme un calentón intenso que me llevara pronto a la eyaculación.

Mi polla por fin explosionó. Los primeros chorros los dirigí hacia la parte plantar de sus pies y el resto de las descargas las fui esparciendo por sus veinte deditos. Me la sacudí varias veces, hasta soltar las últimas gotas de esperma en el interior de aquel cuenco de carne.

En esto que Emma me dice:

–Ahora, lámenos los pies y trágate todo tu semen hasta dejarnos los pies bien limpitos y sequitos.

Me arrodillé y comencé a lamer las cuatro plantas de sus esbeltos pies. Tragándome casi sin saborear mucho, mi propia lefa. Emma y Rosa se reían al ver la desagradable cara que yo ponía.

Después fui chupando los veinte deditos, muy despacio. Succionaba y mordisqueaba cada uno de ellos. Lamía y relamía con verdadero placer cada uno de sus delicados dedos y recogía con mi lengua los restos de lechada que pudiera haber entre los huecos. Me tragué todo lo que fui recogiendo, dejando los cuatro pies tan relucientes como los chorros del oro.

Durante casi dos años seguí viéndolas una vez por semana por lo menos, haciéndoles el “trabajo sucio”. Pero un buen día, Emma me informó que habían roto, ella y Rosa. Emma había conocido a otra chica, que al parecer, le hacía unos buenos lavados de bajo, sin los escrúpulos insuperables de Rosa, y decidió cambiar de hembra. Por lo tanto, prescindieron de mis servicios.


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