Hacia nuevos placeres (4ª parte)

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Y estallé con un orgasmo poderoso que me dejó temblando. Tere se levantó y volvió a besarme mientras me decía:

Podemos repetir cuándo quieras. Llámame querida.

Tras unos minutos recuperando la compostura, volví con todos. Mercedes seguía en la piscina, pero estaba sola. Los tíos se habían ido a la planta alta y la anfitriona y Tere conversaban en una salita que daba a la piscina.

Mercedes me invitó a acompañarla y me quité la ropa y entré desnuda a la piscina.

Umm, qué guarra, me dijo ella.

Me llevó a la parte de la piscina más alejada de la casa. Solo Tere y Aurora podían vernos, pero solo si se empeñaban en ello.

Mercedes no perdió el tiempo y comenzó a meter sus dedos en mi vagina. Miraba de vez en cuando hacia la casa y evitaba besarme para que no nos descubrieran. Tal y como estábamos, una al lado de la otra, parecía que solo estábamos hablando. Al subir mi excitación, yo también empecé a masturbarla. Comenzó así una especie de juego y la meta era ver quién se corría antes. Gané yo, que conservaba aún parte de la calentura que me habían provocado Luís y, sobre todo, Tere y me corrí por segunda vez en media hora. Un minuto después, seguí jugando con la vulva de Mercedes hasta que vi cómo se retorcía de placer viniéndose con unas convulsiones que agitaban el agua.

Me di cuenta que Tere nos había visto, pero imagino que a ella no le escandalizaba nuestro espectáculo.

Otro día, fue la misma Tere la que nos invitó a Mercedes y su esposo y a mí y a Mario a su casa a cenar. Estaba claro qué pretendía. Así que me vestí para la ocasión: un top ajustado que marcara mis pechos, un pantalón muy ceñido y tacones altos.

Cuando llegamos a su casa, Tere me miró con tal intensidad que me sentía desnuda. Cuando todos estuvimos sentados, Tere fue a la cocina a preparar los entrantes y pidió si alguien podía echarle una mano. Me levanté sin dudarlo. Sabía a qué estaba jugando nuestra anfitriona y quería ser parte del mismo.

Al llegar a la cocina, Tere me recibió con un apasionado beso.

Hoy estás impresionante, Nuria. Creo que lo pasaremos muy bien.

Volvimos a besarnos y empezó a frotar su mano por encima de mis pantalones en la entrepierna. Lancé un suspiro profundo y cálido.

¿Te gusta, cariño?

¡Dios!, sí.

Al ver que tardábamos un poco, llegó Mercedes y se dio cuenta de lo que pasaba. Lejos de preocuparse o enfadarse, se unió a nosotras, besando a Tere mientras me acariciaba el culo.

Decididamente, esta noche será mágica, dijo Tere realmente contenta. Tendremos que ver cómo nos ocupamos de los maridos.

Cené con la mente puesta en lo que vendría después, en los “postres” Es cierto que quedaba el tema de los maridos, pues la casa era pequeña y tendríamos que ocuparlos con algo lo suficientemente interesante como para que no nos molestaran.

Cuando terminamos de cenar, ellos se fueron a ver la tele. Tere nos llevó a una sala al otro lado de la casa. No era muy seguro, pero no había otra solución, hasta que Mercedes propuso que nos fuéramos a un hotel.

Tere buscó una excusa convincente para salir y en media hora ya estábamos en el hotel.

Es mi primer trío, dije sin saber bien por qué.

Cariño, dijo Tere, te has estado perdiendo algo especial.

Tere no solo era una mujer muy guapa, tenía algo que le daba un atractivo especial que además sabía explotar convenientemente. Nos sentó a Mercedes y a mí en la cama, juntas y nos ordenó quitarnos las bragas. Entonces empezó a masturbarnos a las dos al mismo tiempo. Mercedes me agarró la cabeza y me obligó a besarla. Al poco rato, Tere me empujó hasta tumbarme en la cama y reemplazó sus dedos por su boca. Esa mujer me estaba haciendo un trabajo increíble, provocándome un placer inmenso. Mercedes, mientras, seguía comiéndome los labios y magreando mis tetas. Era el mejor polvo que me habían echado y estallé en un orgasmo maravilloso.

Después Tere y Mercedes continuaron dándose placer con los dedos, masturbándose mutuamente. Mercedes se corrió antes, algo que no me sorprendió porque ya había comprobado que Tere tenía un talento especial. Entonces, como agradecimiento, pero también porque seguía excitada, metí mi cabeza en el sexo de Tere hasta que conseguí que se viniera en un orgasmo profundo, silencioso.

Había sido una noche perfecta. No necesitábamos de ninguna polla. Nos prometimos que repetiríamos la experiencia lo antes posible.

Mercedes y yo incluimos a Tere como una más. Salíamos a bailar, de compras, a tomar café. Nos volvimos inseparables. A Mercedes y a mí nos bastaba con nosotras para pasarlo bien, pero descubrimos que Tere era una mujer insaciable. Podía acostarse con nosotras y, media hora más tarde, follarse a un tío cualquiera. Era una adicta al sexo, de cualquier clase. Yo tenía reparos, incluso miedo, pero poco a poco me fue guiando hacia un mundo realmente insospechado.

Una noche salimos ella y yo solas. Me llevó a un local extraño. Había un portero en la entrada y, al igual que en las discotecas, permitía o negaba la entrada según criterios secretos. A nosotras nos dejó pasar sin problema.

El local era bastante grande, con una barra a la derecha, una pista de baile y algunas mesas sumidas en la penumbra. Yo me dirigía hacia allí, pero Tere me detuvo.

Eso es para los primerizos, cariño. Sígueme.

Y subimos al piso superior. Una nueva puerta, un nuevo portero. Tere le mostró algo y el hombre abrió la puerta.

Viene conmigo, dijo Tere.


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