Sexo en un gym 24 h, con tres chicas (2ª parte. Final)

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Entonces se aproxima hacia mí, se coloca en cuclillas sobre mi cara y descarga una buena cantidad de pis en el interior de mi boca. Yo bebo toda la cantidad que puedo. Aquella orina tenía un regusto a zumo de cebada. Se notaba que Ainoa había ingerido una buena cantidad de cerveza aquella noche. Cuando acabó de descargar su vejiga, aplasta su pubis contra mi cara y me suelta:

—Límpiame bien los bajos, cabrón. Los hombres solo servís para hacer de bidés, de Kleenex, para limpiarnos el conejo una vez acabada la meada.

Ainoa estaba muy escocida, sentimentalmente, por la ruptura con su novio. Pero aquella madrugada, yo me encargaría, de que también le quedara bien escocido el chocho.

Colocamos varias colchonetas en el suelo. Yo me tumbo sobre ellas, boca arriba. Frida decide montar sobre mí y calcarse mi polla hasta el fondo. Ainoa e Iria se van turnando a la hora de sentar sus pubis sobre mi cara, para que les lama bien a fondo sus coños.

A los diez minutos, Frida comienza a gemir como una posesa y aúlla un “Me corro”. A los pocos segundos se baja del potro y otra hembra ocupa su lugar, en este caso fue Iria. Ahora son Frida y Ainoa las que se van turnando para que les coma el chocho. Ainoa se corre en mi boca. Aprieta con tal furia su entrepierna contra mi cara que en ocasiones parece que me falta el aire. A los pocos minutos la sigue Iria, que cabalga sobre mi polla como si fuera una jinete mapache huyendo del 7.º Regimiento de Caballería.

—¡Qué aguante tienes! ¿Y tú no te corres? —me pregunta Frida.

—Prefiero aguantar el máximo de tiempo posible, hasta que vosotras os corráis dos o tres veces, por lo menos. Entonces ya me llegará a mí el turno —le contesto.

Nos tomamos un descanso y nos vamos los cuatro al vestuario de mujeres, para pegarnos unas duchas. Ni qué decir tiene que en todo el tiempo que estuvimos bajo los chorros del agua, yo me dedicaba a enjabonarles cada centímetro de sus esculpidos cuerpos, regodeándome en sus puntiagudas tetas. Mi verga estuvo enhiesta en todo momento. Las chicas, en ocasiones, se arrodillaban y me pegaban unas buenas chupaditas en el glande y me lamían el resto del tronco, como si fuera un polo de naranja.

Ya de vuelta a la sala de máquinas, Ainoa me pide que me la folle, ya que es la única que no probó mi rabo todavía. Se pone a cuatro patas y me dice que le dé caña de la buena, que tiene a punto de caramelo otro orgasmo. No la hago esperar, y cogiéndola por las caderas, se la enchufo entera de una sola estocada. Me la trajino a un ritmo de tres emboladas por segundo. En ocasiones le recojo el pelo con mis manos para observar la cara de golfa viciosa que pone. No hacía más que decir “Sigue así. No bajes el ritmo, que me viene ya”.

Efectivamente, a los pocos segundos suelta un berrido que parecía que la estaban estrangulando. Se quedó tan extasiada que se recostó, de bruces, sobre la colchoneta. Yo no pude aguantar más, ya que Ainoa era la que más cachondo me ponía (por lo golfa y guarra que era), y me corro en el interior de su chumino. Ainoa se quedó un tiempo acostada, como soñolienta.

Frida e Iria estaban como motos deseando montar en el tiovivo. Pero al comprobar que yo me había corrido, Iria me suelta:

—¿Tú no ibas a aguantar hasta el final de la juerga? Pues aún queda mucha traca y nos hemos quedado sin mecha.

—Tranquila. En un cuarto de hora estoy como nuevo. Mientras, os lameré las almejas. No os voy a dar tiempo a enfriar.

Mientras le comía la concha a Frida, Iria me soplaba la verga, para ir poniéndola a tono, y viceversa. Cuando ya mi picha comenzó a reaccionar a tanta mamada, chupetones y lametazos de aquellas dos bocas viciosas, me siento en una de las máquinas previstas para hacer pierna y le pida a Iria que se siente sobre mi polla, dándome la espalda.

Iria cabalgaba con tal ímpetu sobre mi entrepierna, que la melena le tapaba casi toda la cara. Entonces, sin perder comba, le pide a Frida que le acerque una goma y se recoge el pelo en un semi moño.

Está un buen cuarto de hora subiendo y bajando por mi mástil. Este estaba bien lubricado por sus efluvios. Cuando llega al orgasmo, se calca bien adentro mi pene y practica un hula hoop. Gracias a un espejo que había enfrente, yo pude observar su rostro. Tenía la cara totalmente desencajada del inmenso placer que había experimentado.

Sin cambiar de postura se sube a mi rabo Frida. Esta, al tener el pelo muy corto, no tuvo la necesidad de atárselo. Esta furcia también aguantó lo suyo antes de llegar al clímax. Yo bufaba, intentaba mantener la mente fría para no correrme aún. No hacía falta que le ayudara a Frida, con mis manos, a subir y bajar por mi tranca, ella sola cogía impulso y se clavaba y desclavaba casi entera mi polla. Cuando llega al orgasmo suelta:

—¡Joder, vaya remate de noche de juergas! Jonathan es un buen puto. Es una excelente muestra de macho semental. Sabe cómo complacer a sus tres doncellas.

Yo les digo que no puedo más, que me voy a correr otra vez. Entonces acuden junto a Ainoa y la despiertan con estas palabras:

—Ainoa, despierta, que Jonathan se va a correr y queremos que lo haga en nuestras caras.

Ainoa, medio soñolienta, se yergue. Las tres se colocan de rodillas enfrente de mi polla, que estaba a puntito de explosionar. Ainoa balbucea un:

—¿Pero se va a correr tan pronto? ¿Es que ya nos vamos?

Yo observo las caras de vicio que ponen. Estaban sedientas de semen. Ainoa me pone mucho. Con sus dos piercings en las narices, uno en el labio inferior y otros dos en la lengua, se convirtió en la perfecta nominada para recibir la mayor cantidad de chorros de lefa posible, de entre ellas tres.

Noto que un cosquilleo me sube por el tronco de la verga. Por la uretra asoma el primer disparo de lechada. Dos chorros se los obsequio a Frida, otros dos a Iria y el resto (que serían unos cinco), se los regalo a Ainoa. Se los reparto por mejillas y boca. Aunque se duchó, todavía se le notaban, en la frente, algunos restos de tinta con la palabra “Bitch”.

No pude evitar el agacharme e ir pegándoles un buen morreo, una a una. Ellas me pasan algo de mi propio semen al interior de mi boca.

Nos intercambiamos los teléfonos. Como frecuentamos el mismo gimnasio, no nos será difícil el planear otro encuentro morboso como este. Espero que Ainoa tarde mucho tiempo en encontrar novio.


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