¡Me haces sentir mal!.
Incluso ahora y así, me haces sentir culpable. Me parece oír tu voz, tus reproches, la forma severa de mirarme... me achico aquí, en este piso pequeño y semivacío. Llevamos tantos años juntos... Me resulta terrible reconocerlo, pero te echo de menos de alguna manera.
Sé que no soy perfecta; reconozco mis limitaciones. Me lo has hecho ver tantas veces....
Tú me has protegido, o eso me hiciste creer. Decías que me amabas, pero eso no era amor; que sería para toda la vida. ¡La vida! Pero la vida es reír y estar confiada, sentirse alegre, plena, entregarse físicamente, querer estar a tu lado todo el tiempo. Compartir... eso es; sí, es que todo sea nuestro, nuestro mundo, nuestro despertar; que incluso nuestros problemas sean de los dos, nuestras tristezas... abrazados; nuestras alegrías... besándonos. Expectativas truncadas una y otra vez con el paso de los días, con el paso de los años.
Años después, nos encontramos una y otra vez en una plaza vacía, con el rostro marcado de por vida, con las manos vacías de secretos guardados.
Al principio me sentí deslumbrada. Tu arrojo, tu labia, tus formas varoniles, tu seguridad.Yo nunca fui segura, siempre he tenido dudas. Tú, sin embargo, parecías saberlo todo; de cualquier tema demostrabas conocer lo que los demás no sabíamos. Yo te escuchaba embelasada, orgullosa de tenerte conmigo. Caí en tus redes, en tus trampas de anularme, creyendo en tu forma de "amar", en tu forma de vivir.
Nunca has tenido otra, lo sé; no lo niego. Me decías que eso era porque me amabas, que sólo yo era tu pequeña, tu amor.Luego te lamentabas. Algunas veces me pedías perdón; hasta lloraste un par de veces. No eras tú, habías perdido los estribos; y yo te perdonaba, te creía, pensaba que la vida era así, tenía miedo a perderte. Me volcabas la culpa, los miedos para que siguiera contigo, me culpabas de que todo fuera mal, decías que no te quería lo suficiente.
Al final, ni eso, ni el perdonarte bastaba. Me convencias de que todo era culpa mía. Me merecía que me abandonases, quedarme debajo de un puente, hasta morirme. Merecía lo malo y tú lo bueno, y lloraba cada noche, atrapada entre mis pensamientos y los tuyos, anulada como persona, sin ser yo, sin poder crecer, sin sueños, sin deseos y casi sin necesidades.
El apoyo que yo buscaba cuando decidimos empezar una vida juntos, se convirtió en un lazo malvado, una correa que impedía la realización personal y compartida que debe tener una pareja.
"No te atreverás a dejarme", fue tu respuesta el jueves pasado. "Te encontraré". "No tienes dónde ir, ni de qué trabajar". Cuando me mostré firme, cuando te dije que no dejaría que me zarandeases más, que me llamases desgraciada, que dijeras que no servía pa'nada, por un momento..., por un momento dudé, me sentí mal, la mala de la película, como siempre, que estaba sacando las cosas de sus casillas; que nadie me entendería, ni Rosa, ni mi padre, ni mamá; los vecinos te veían como un hombre educado, tranquilo. Tú procurabas no gritar; te bastaba con tu mirada de superioridad, de desprecio, de odio. Para ellos eras un hombre como es debido, como dios manda, un buen hombre.
El viernes, cuando volví a pensar y tomé la decisión, cuando te lo dije, creo que entonces sí, supiste que era el final. Me hablaste suavemente, con los dedos entrelazados, sentado en el sillón..., parecías un viejo. Pero ya era tarde. Me parece escucharte: ibas a ser distinto, como tú eres de verdad, me lo prometías. Quiero vivir contigo siempre, me aseguraste...
¡No, yo no quiero eso! me oí a mí misma. Es otra trampa. Un chantaje, un engaño... ¡No, se acabó!, me dije con una firmeza que no sé ni de dónde salió; y me fui.
Una sensación de libertad y de paz desconocida para mí me invadió desde ese mismo momento.
Creo que entonces, comencé a ser yo misma, a reconstruirme, a sentirme capaz de hacer y equivocarme, caerme y levantarme, entenderme y hasta perdonarme.
Estoy aquí, sí; no es mi casa, pero lo será. Cada día la siento más mía. Me miro al espejo, y cada día el reflejo se hace más claro, creo verme, reconocer mi imagen, lo que soy, lo que era. Todavía me faltan fuerzas, pero las tendré, porque ahora, lejos de ti, soy yo y no volveré a ser de nadie más que de mí misma.
Ese día que cerré la puerta tras de mí, lo entendí todo y el eco de mi decisión resonó en mi casa vacia.
Cada paso que di hacia la calle, fue un grito ahogado que me liberaba a cada paso que daba. El viento acariciaba mi rostro, como si el mundo me recibiera de nuevo. Me despojé de parte del miedo que me había atado durante años , y con cada latido, reconstruí mi esencia.
La libertad no es sólo un destino, es el aire que respiramos. Ahora sonrio, por primera vez en años, y camino hacia un futuro que es solo mío.
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