En la penumbra de la mansión de las rosas, un secreto antiguo florecia.
Clara, la joven heredera, descubrió un diario olvidado que revelaba la historia de amor y desamor de sus antepasados. A medida que leía, las sombras del pasado cobraron vida, y las rosas, en su jardín, comenzaron a hablar.
Clara comprendió que el amor verdadero siempre encuentra la manera de renacer, incluso entre las espinas del dolor. Así, la mansión se llenó de luz, las rosas al fin, florecieron en paz, y bajo el cielo estrellado, ellos se encontraron. Sin cadenas ni etiquetas, compartieron risas y secretos, durante horas, durante días, durante meses.
Y así fue como allí, en la mansión de las rosas, Clara vivió un amor libre, sintiendo por primera vez en su vida cómo en cada abrazo, el mundo se desvanecía, y el amor fluía como un río. No eran dueños el uno del otro, sino cómplices de un instante eterno lleno de plenitud, libertad y respeto.
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