Una mansión que acoge infinidad de orgías (6) (2ª parte)
Por El Manso Embravecido
Enviado el 29/01/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Se la introduce y se la saca completamente varias veces. A medida que la polla va cogiendo consistencia, el injerto de la sonda por la uretra se hace más doloroso. Con la picha flácida, la sonda fluye mejor por el interior del pene y causa menos molestias.
La dómina decide hacerle una gayola. Se la va pelando muy despacio. La sonda poco a poco se va saliendo y la mujer, con la palma de su mano, la vuelve a meter (con brusquedad), hacia dentro. Parecía una pajita de un cóctel.
Cuando la dómina intuye que al esclavo le queda poco para llegar al éxtasis, pues comienza a salir algo de babilla (líquido preseminal), por la punta de la sonda, la mujer chasquea los dedos para que alguien que está en el fondo de la sala se acerque. Es un mozuelo imberbe de 18 años. Este se aproxima y se mete la “pajita” en la boca, sin tocar la polla en ningún momento.
Mientras la ama le zurra la sardina con garra al esclavo, el mancebo succiona, sorbe y va saboreando el líquido preseminal que asoma por la goma de la sonda.
Los resoplos y jadeos del macho sondado avisan de la pronta descarga de lefa. Efectivamente, a los pocos segundos el hombre, entre gemidos de placer y quejidos de dolor, va soltando sus ocho o nueve descargas de lechada, que suben como un cohete por la sonda.
El chico succionador, no pierde comba a la hora de ir extrayendo y tragando aquel líquido viscoso con sabor a leche condensada.
La dómina seguía zumbando la zambomba. Por la comisura de la uretra salen algunos restos de semen, por fuera de la sonda. Pero son insignificantes. El premio gordo se lo tragó íntegro el chico, sin tener contacto con la verga siquiera. Pero eso sí, la “pajita” no la soltó hasta estar completamente seguro de que de aquel “recipiente” ya no saldría ni una gota más de granizado sabor a nata. El sorbeteo de aquel cóctel especial aún duró unos buenos treinta segundos.
Una vez que el chico vuelve a su rincón, la dómina le va sacando a su esclavo la sonda. Cuando ya está toda fuera, la ama se la da a lamer a su esclavo para que la deje bien limpita para próximos usos.
Vega estaba como una moto de lo cachonda que se había puesto, pero no quería masturbarse para reservarse… ya sabemos el para qué.
Cambió a la habitación 44. Allí había una pareja de recién casados. Eran muy jóvenes, tendrían veintipocos años. Los muy estiraos estaban de rodillas rezando el Rosario y pidiéndole al Señor perdón por el acto tan pecaminoso que iban a realizar. Se meten en la cama y en un misionero arrítmico e insulso de estilo, el chaval a los pocos minutos se corre. La chica le dice: “Menos mal, pensé que no terminarías nunca” y se echan a dormir. Les queda mucho que aprender a estos pipiolos. ¡No saben en qué lugar se metieron!
A Vega ya le llegó el relevo. Se va disparada a comenzar sus “estudios” de Regresada.
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