Estudiante a tiempo completo, puta a tiempo parcial (2ª parte. Final)

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Mi víctima propicia, al que tenía a unos centímetros de mi cara y endosándomela en la almeja, intentaba hacerme la cobra, intento fallido. Conseguí meterle la lengua bien adentro de su garganta, morrearle con ganas su interior (dejándole buenos restos de mi saliva), durante unos 30 segundos y exhalarle con fuerza mi aliento. La cara de asco que puso el muy desagradecido era para fotografiarla, jajaja.

Ya cansado de ser el blanco de mis dardos, mi chivo expiatorio quiso cambiar de lugar. Escogió encularme. Al posicionarse detrás de mí creía él librarse de mis besos envenenados, ¡qué engañado estaba!

El hombre que estaba en mi boca ocupó mi coño y el que estaba en mi culo ocupó mi boca.

Mamo con ganas aquella polla recién salida de mi recto y en vez de besar, intercambiar saliva y juguetear con la lengua del que ocupaba mi coño y al cual tenía enfrente, me giro, pasando un brazo alrededor del cuello de mi víctima escogida, para sujetarme mejor, y vuelvo a pegarle unos buenos morreos al hombre que se quería librar de mi lengua y labios con aromas a verga y culo. La saliva que le pasé tenía color a café con leche, podrás adivinar el por qué.

–El sexo es muy esclavo y duro, no es un camino de rosas. En muchas ocasiones te deja muy mal sabor de boca, jajaja –le suelto con sorna.

Después de un buen folleteo intercambiando agujeros, pero sin cambiar de postura, y siempre morreándole a mi ya esclavo, deciden que me coloque de rodillas mientras ellos, de pie, se masturban con rabia. Se la machacan al tiempo que me recuerdan, como si una no lo supiera ya, lo zorra y golfa que soy.

El primero en correrse fue mi robusto chivo expiatorio.

–¡Toma, puta! Aclárate el aliento con mi esperma. A ver si así se te puede besar mejor –me soltó, mientras apuntaba todos sus chorros al interior de mi boca.

Los otros dos se corrieron prácticamente a un tiempo, llenándome el pelo y la cara de tal cantidad de lefa que daba el pego de emplasto cutáneo contra el acné.

Yo me dirigí a mi víctima propicia, lo agarré por el cuello y le di un morreo intenso aplastando mi cara contra la suya para restregarle el semen de sus amigos.

–¿Qué decías de mi aliento? ¿Es digno ahora para que me beses el día de nuestra boda? –le espeté con ironía.

Sus amigos se carcajeaban y le dijeron cosas como “Estas putas siempre se salen con la suya”.

Cuando Esther acabó de contarme esta anécdota, yo estaba tan salido que me la tuve que follar al instante. Sin olvidar, eso sí, el cunnilingus de rigor, que me sale muy bien.

Al morrearle el coño noté que ella también se había puesto muy cachonda con su propia narración, porque tenía el chumino empapado y chorretoso. ¡Como a mí me gusta comerlos!


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