CUÉNTAME UN CUENTO
Frente a nosotros la chimenea del hogar centellea con un baile de llamas alternativas y el chasquido íntimo y entrañable de los troncos crepitando. Siempre me ha gustado el color que adquiere la piedra, como si tuviera vida propia, el olor de la madera que generosamente arde, pasando de la tonalidad rojoamarillenta al blanco yendo hacia el gris agotado de su existencia. Ahuyenta el calor hogareño los secos fríos mesetarios. Hermanado con la piedra y la madera, comprendo la vida profunda y verdadera enterrada en su existencia como materia hermana, constitutiva de mí mismo.
Te dije: "Cuéntame un cuento":
"Dos buenos amigos se sientan en un lugar despejado, abrigados con mantas, observando el cielo estrellado. Con un telescopio, enfocan Marte, admirando su color rojizo y debatiendo sobre el espacio y la posibilidad de vida en otros planetas. El intenso frío de enero añade un toque mágico a su noche de exploración y amistad."
Miro tus pupilas que reflejan la danza mística del fuego. Y el mohín amado de tus labios al pronunciar cada palabra. Me trasladas; allí, bajo las mantas (¿una gran manta compartida?). El modesto teleobjetivo nos acerca los 12 minutos-luz a un momento de observación. Fusión del rojo de la atmósfera marciana con el rojo del hogar encendido, ígneo, que palpita en sus brasas, incandescente abrazo...
Es la magia. Fusión planetaria, fusión de la madera y la llama, fusión de los cuerpos con la manta de lana... fusión.
La amistad funde, une, vincula, estremece. Estremece como el frío cósmico del que especulamos. Otras vidas, lejanas, posibles, exóticas, desconocidas.
Enero mágico. Noche intensa. Fulgor galáctico. Nexo causal: fuego chispeante frente a los dos; reacción de átomos ardientes en soles distantes; la soledad de la superficie de Marte. Tú sentada a mi lado miras al vacío y yo, anhelante te pido: "Sigue... sigue relatando".
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