EL TRAJE 1

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Jaime Bosch era un hombre de cincuenta años, casado y sin hijos el cual se ganaba la vida haciendo de contable en una importante empresa dedicada a la fabricación y venta online de ropa tanto masculina como femenina de Barcelona; pero que a su vez tenía un sentido de la estética muy acentuado por lo que se refiere a la forma de vestir un tanto anticuado, que estaba en consonancia con su escala de valores. Para él el estilo de vida tan anárquico que se enseñoreaba en la actualidad era claramente una señal de decadencia social que atentaba contra la urbanidad y el civismo..

Mas un día que en su empresa apenas tenía trabajo, se acercó al almacen de la misma donde había toda suerte de vestidos  de todas las tallas y colores colgados en perchas distribuidos en varias estanterías; y de entre ellos se percató de que curiosamente sobresalía  un elegante traje azul oscuro que a juzgar por su diseño bien podría ser de los años 70 del siglo pasado pero que a Jaime Bosch le subyugó en grado sumo. ¿Qué hacía allí aquella prenda? - se preguntó el contable-. A veces hay objetos tales como un libro o un vestido como era en aquel caso que sintonizaba con nuestra sensibilidad; es como si con su presencia le llamaran a uno la atención para que sea su dueño, como así le sucedió a Jaime con dicho atavío, por lo que decidió quedarse con él. Pues ya le pagaría a su jefe el importe de aquel vestido, o lo que éste le pidiera.

Obviamente el traje necesitaba algunos arreglos para ponerlo al día y sobre todo ajustarlo a su talla. Así que Jaime cuando terminó su jornada laboral regresó a su hogar muy ufano con aquella adquisición, donde encontrró a su esposa Cristina que era una bella mujer morena de ojos grises en compañía de su vieja amiga de la infancia llamada Gertrudis, que era una mujer rubia de ojos azules con un aire bastante sensual.

-¿Qué tal estás Jaime? ¿Cómo te va el trabajo? - saludó Gertrudis al marido de su amiga-. Por cierto, yo nocesitaría un nuevo vestido de temporada.y cualquier día vendré a verte a la empresa- dijo ella..

-Ah. Pues cuando quieras estaré encantado de recibirte - respondió Jaime solícito-. Mira Cristina. Me he quedado con este traje que es magnífico - le informó Jaime a su mujer tras haberle dado un beso en los labios y mostrándole aquella prenda-. ¿Te gusta?

- Hombre. No sé qué decirte. Parece un poco pasado de moda. ¿Cómo ha sido éso? ¿Te lo han regalado en la empresa?- inquirió Cristina inspecionando detenidamente con un aire crítico el traje.

- No mujer. Ha sido un capricho mío. Pero yo me identifico plenamente con  él. ¡Antes sí que se valoraba la elegancia en el vestir; no era como ahora que todo da igual- expresó Jaime sonriente.

- Eres un exagerado Jaime. Aunque hoy en día cada cual va como quiere, también se tiene en cuenta la elegancia en el vestir- replicó Cristina.

De manera que una vez que aquel traje ya estuvo en condiciones aquel sábado por la tarde el contable vistió aquella indumentaria y fue con su mujer al teatro a ver una famosa comedia musical.

Sin embargo algo insólito ocurrió. Jaime que estaba sentado en su butaca sintió una fuerte sacudida en su cerebro y le asaltó un bajo instinto que era muy contrario a su genuina manera de ser; era como si "otro" personaje invisible gobernara su mente. Esto se puso en evidencia cuando en la sala entró un joven con un alto grado de síndrome de Dowm acompañado por un hombre mayor, que con toda seguridad sería algún familiar.

- Mira a este pobre chico- le susurró Cristina a su marido al reparar en el joven-. Claro está que todo el mundo tiene derecho a disfrutar de la vida dentro de sus posibilidades.¿No crees?

- ¡No! Sujetos así con estas taras no sirven para nada y mejor sería poder eliminarlos del mapa - respondió Jaime con una desconocida voz metálica y con un frío desdén que estremeció a su pareja.

- ¡ Jaime! ¿Por qué dices éso tan inhumano? Tú siempre has sido un hombre muy comprensivo con la gente más débil- le reprochó Cristina horrorizada.

El contable le echó una despectiva mirada carente de afecto que la dejó helada y sin responderle nada se concentró en el espectáculo.

Cuando el matrimonio estuvo de vuelta a su casa, Jaime se deesprendió del traje y se puso un batín, por lo que volvió a ser el hombre apacible y pacífico de siempre. No obstante Cristina no podía desprenderse de la mala impresión que le había causado la crueldad de aquel comentario de su marido acerca del disminuido psíquico en el teatro. En realidad se sentía desconcertada.

-¿Has dicho en serio lo que me has comentado en el teatro? ¿Que los que padecen una enfermedad mental deben morir? - le interrogó ella con inquietud una vez en la alcoba. Pues en aquel instante Cristina no estaba segura si se hallaba ante un tipo hipócrita que aparentaba ser una buena persona de cara a la galería, pero que en realidad fuera un ser tan despiadado con el prójimo.

-¿Yo he dicho esta barbaridad? No puede ser. No lo recuerdo. Pero si lo he dicho no tengo perdón de Dios.No sé. En el teatro ha habido un momento que me he sentido raro... Alterado. No sé cómo explicarlo - confesó él con toda la franqueza del mundo..

- Que raro - dijo ella extrañada-.¿Pero ahora te encuentras bien?

- Perfectamente. A lo mejor habré sufrido un pequeño fallo mental.

Aquel singular incidente pronto cayó en el olvido y Jaime volvió a su rutina habitual. Pero anhelaba volver a vestir aquel traje tan elegante. De modo que a mitad de la semana siguiente se lo volvió a poner y tan pronto como salió a la calle casualmente se encontró con la sensual Gertrudis, la amiga de su mujer, que vivía en el mismo barrio que el matrimonio, e iba  con el cesto de la compra.

                                                                 CONTINÚA


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